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El “Mito de la Expulsión”, la mayor falsedad histórica de Argentina

Martes, 4 de enero de 2022 - 05:27 UTC
Las ruinas de un galpón depósito en Port Egmont, donde el Comodoro Byron reclamó las Falklands para Gran Bretaña en enero 1765 Las ruinas de un galpón depósito en Port Egmont, donde el Comodoro Byron reclamó las Falklands para Gran Bretaña en enero 1765

Falkland Islands Association - Gran Bretaña no expulsó a una población argentina en enero de 1833, cuando los británicos reafirmaron su soberanía sobre las Islas Falkland. Pero no hay instrumento de propaganda argentina que haya sido más exitosa que su falsa afirmación sobre que los británicos “expulsaron una población argentina”.

Esto se conoce en los círculos británicos como el “Mito de la Expulsión”. Argentina lo utiliza en apoyo a su engañoso argumento que la auto determinación en realidad pertenece a una “expulsada población argentina” y no al pueblo que actualmente vive en las Islas hoy en día.
Argentina ha lavado el cerebro de sus propios ciudadanos a creer en esta falsedad, y la ha utilizado en muchos foros internacionales. Entre otras falsedades históricas, fue repetida cinco veces por el representante argentino ante Naciones Unidas, Dr. José María Ruda en un discurso ante Naciones Unidas en setiembre de 1964. Apelando a tal falsedad histórica, Argentina obtuvo la Resolución 2065 de la Asamblea de Naciones Unidas en diciembre de 1965, la cual llama a negociaciones sobre la soberanía de las Islas. Esas negociaciones continuaban cuando Argentina invadió con fuerzas militares las Falklands, dando comienzo a la guerra de 1982. El Foreign Office del Reino Unido no había investigado la historia de las Falklands lo suficiente y por tanto no estaba en posición de contradecir/desmentir la falsedad del argumento de la expulsión. Esta desastrosa omisión contribuyó enormemente al éxito diplomático argentino tanto previo como después de la guerra. En efecto, de haber sabido lo que sabemos ahora sobre la historia de las Falklands allá en 1964, la guerra de las Islas Falkland quizá ni siquiera hubiera tenido lugar para nada.

Los reclamos del siglo 18

He aquí lo sucedido. Francia fue la primera en reclamar las Falklands en 1764 y fundó Port Louis. En 1765 el Comodoro Byron reclamó las Falklands para la corona británica en un puerto que denominó Port Egmont. Las guarniciones tanto francesa como británica se advirtieron mutuamente que abandonaran las Islas.
España se hizo cargo del asentamiento francés en las Falklands en 1767. Y el 10 de junio de 1770 España se hizo de Port Egmont con un ataque sorpresivo en época de paz. La guerra entre Gran Bretaña y España fue entonces tan solo evitada mediante el Acuerdo Franco-Británico de enero 1771, el cual se conoce en Gran Bretaña como la “Convención de Falklands”. España tuvo que retroceder de su ataque a Port Egmont y retornar el asentamiento a Gran Bretaña. En 1771 el acuerdo reconoció tanto a España como a Gran Bretaña como reclamantes rivales a la totalidad del archipiélago de las Falklands, pero no decidió sobre el reclamo de soberanía. Tan solo impidió una situación de guerra en ese momento.
Gran Bretaña evacuó la guarnición de Port Egmont en 1774 durante la reorganización forzada por la anticipada revolución de las colonias de Gran Bretaña en América del Norte. Pero los barcos de Gran Bretaña y Estados Unidos continuaron a usar las Falklands sobretodo para la caza de focas. España por su parte no utilizó las Falklands para la caza de focas y tampoco introdujo una población civil a las Islas: su asentamiento se limitó a ser una guarnición y una colonia penal. España evacuó por completo las Islas en 1811 para hacer frente a la revolución en sus colonias de América del Sur. Eso dejó a las Falklands sin población alguna, a no ser por las incursiones de los cazadores de focas, principalmente de Gran Bretaña y de Estados Unidos. El aceite de focas y ballenas era ampliamente usado en lámparas para iluminación, y fue el principal lubricante utilizado durante la Revolución Industrial y además las pieles de focas eran valiosas.

Entra en escena Argentina


Luego de un fallido intento en 1824, un pequeño asentamiento se estableció en las Falklands en junio de 1826. El fundador fue Louis Vernet, un inmigrante a Argentina, nacido en Hamburgo donde su familia, franceses hugonotes, se refugiaron.
En 1829, Argentina públicamente hizo de las Falklands una división administrativa bajo la denominación de Comandancia, el 10 de junio, la misma fecha que el ataque español en 1770. Esto trajo como resultado una protesta formal británica. Argentina designó a Vernet como comandante no pago, pero él igualmente comunicó al ministro británico en Buenos Aires que no tendría objeción alguna a soberanía británica en las Islas, siempre y cuando su propiedad fuera respetada. Envió un mensaje similar a Gran Bretaña en 1831, por medio del capitán de un barco británico.
El asentamiento de Vernet siempre enfrentó dificultades financieras. En 1831 intentó mejorar la situación mediante la captura de tres barcos norteamericanos dedicados a la caza de focas, con el propósito de hacerse cargo del lucrativo negocio. No molestó a los barcos británicos, ya que en 1830 había sido advertido que no se atreviera contra estos barcos. Condujo a uno de los barcos capturados de Estados Unidos a Buenos Aires con la esperanza de enjuiciarlos, supuestamente por caza ilegal de focas. Vernet tenía la esperanza que los tres barcos fueran confiscados y pasaran a su propiedad. Por el contrario el intento lo condujo a la ruina. Nunca más retornó a las Islas Falkland.

Los norteamericanos no reconocían soberanía alguna sobre las Falklands y consideraron que Vernet había cometido actos de piratería. Por tanto el buque de guerra de EE.UU. Lexington navegó a las Falklands y destruyó el asentamiento de Vernet durante el fin de año 1831/32. El capitán del Lexington arrestó a varios hombres de Vernet por piratería y persuadió a la mayoría de integrantes europeos y argentinos del asentamiento que se fueran. Pero la mayoría de los gauchos que Vernet había llevado, a quienes consideraba meros empleados contratados en lugar de potenciales propietarios de tierras, permanecieron. E igualmente lo hicieron tres negros esclavos que llevó a trabajar en las Islas.

Las negociaciones entre Argentina y Estados Unidos fracasaron en agosto de 1832, y el enviado norteamericano Francis Baylies abandonó Buenos Aires setiembre de ese año, cortando las relaciones diplomáticas con Argentina por los siguientes once años. Vernet no quería retornar a las Falklands por tanto el 10 de setiembre nombró a un ex oficial francés Etienne Mestivier, enrolado en el ejército argentino como comandante temporal en las Islas. Esto dio lugar a una nueva protesta británica de fecha 28 de setiembre 1832.
Mestivier se embarcó desde Buenos Aires a las Islas en un pequeño barco de guerra argentino, Sarandí, bajo el mando del capitán Jose María Pinedo el 23 de setiembre. Con él viajaron una mini guarnición de 26 soldados, con sus once mujeres y ocho niños. Llegaron a las Falklands el 6 de octubre de 1832. Por tanto la protesta británica del 28 de setiembre fue realizada antes que Mestiver y sus soldados hayan desembarcado en las Falklands. Delincuentes argentinos a menudo eran condenados a servir en el ejército, y en esta partida iban varios.
Tras desembarcar a Mestivier y la guarnición, el Sarandí salió de patrulla en torno al archipiélago de las Falklands cruzándose en combate con otro barco norteamericano cazando focas, el Sun. Pero en la ausencia del Sarandí el 30 de noviembre de 1832 la guarnición se amotinó, asesinaron a Mestivier y saquearon el pequeño asentamiento en medio del caos y violentando las pocas casas. Varios de los residentes se refugiaron en un barco británico de cazadores de focas, el Rapid, el cual estaba en las Falklands para reparaciones en ese momento. Los amotinados fueron apresados por varios gauchos y miembros de la tripulación de un ballenero francés de casualidad en el lugar durante el violento motín. Los amotinados arrestados fueron retenidos bajo cadenas en el Rapid.
Pasaron semanas, y el restante de integrantes de la guarnición temieron que el Sarandí se había perdido. Por tanto el 29 de diciembre contrataron al Rapid para que los llevara a todos de retorno a Argentina. La salida estaba prevista para el 31 de diciembre de 1832, pero el Sarandí retornó a Port Louis el 30 de diciembre y el capitán Pinedo dio la contraorden de partida para el Rapid.

Reacción de Gran Bretaña

Alarmados por la noticia de la incursión del buque de guerra de EE.UU. USS Lexington, el gobierno británico ordenó al Almirantazgo enviar una nave de guerra de visita a las Falklands cada año para sostener el reclamo de soberanía y evitar que cualquier fuerza extranjera se establezca en las Islas. El gobierno británico estaba más preocupado sobre la posibilidad de presencia de fuerzas de EE.UU. que de Argentina. HMS Clio fue el primer barco enviado y tres semanas después seguido por el HMS Tyne. El Capitán Onslow del Clio izó la bandera británica, también en Port Egmont, que estaba desierto, el 20 de diciembre de 1832. El capitán Onslow entonces navegó hasta Port Louis donde llegó el 2 de enero de 1833. Se topó con el Sarandí al cual ordenó mandarse mudar llevándose al asentamiento. Partió el 4 de enero con la guarnición y sus dependientes. El Rapid partió al día siguiente llevándose a los amotinados encadenados. En Buenos Aires siete de ellos fueron muertos por un pelotón de fusilamiento acusados de la muerte del francés Mestivier. Otros tres fueron disciplinados, dos severamente azotados y se les extendió el tiempo de servicio en el ejército.
La amotinada guarnición fue en definitiva el único grupo expulsado de las Islas, donde había estado por menos de tres meses. Sin lugar a dudas no se les puede considerar como genuinos residentes y si el Sarandí hubiera llegado tres días antes, todos habrían partido igualmente. La protesta británica refería sin lugar a dudas a la designación de Mestivier y el puñado de soldados que lo acompañaron, y había sido realizada antes que siquiera hayan arribado a las Falklands. A pesar de esto, Argentina ha tratado de presentar la acción de Gran Bretaña como una “limpieza étnica”. Ese es el “Mito de la Expulsión”

La verdad es que Gran Bretaña solo expulsó a los amotinados, asesinos y los recientemente llegados en la guarnición. El Capitán Onslow tenía instrucciones específicas de no molestar al puñado de civiles, algunos de ellos gauchos, habilidosos jinetes a cargo de la caza del ganado montaraz, que había sido introducido en el siglo anterior. Sus habilidades habían permitido a Vernet a suministrar carne fresca a las naves que hacían el recodo de Cabo de Hornos. Sin esos gauchos ese comercio dejaría de existir. Por tanto Onslow intentó persuadir a todos para que se quedaran, y la mayoría así lo hicieron. El único gaucho que prefirió retirarse de las Islas fue el uruguayo Mateo González junto a su compañera Marica. El gaucho brasilero Joaquín Acuña también partió con su compañera Juana. Pero Vernet lo describió como un vago y felicitó a uno de sus hombres por removerlos. Dos gauchos más fueron removidos por Pinedo como “perezosos” e “incorregibles” y habían sido incorporados al Sarandí antes que saliera de patrulla. Por tanto su alejamiento de las Islas nada tuvo que ver con Gran Bretaña, sino más bien por Argentina.

A su retorno a Buenos Aires, Pinedo realizó un informe sobre lo sucedido. Mencionó entre quienes dejaron las Islas a tres “extranjeros”, quienes claramente no calificaban como genuinos residentes. Dos de ellos eran Juan Quedy y Jose Viel. No fueron parte de la operación de Vernet y nada se sabe de ellos. Otro fue un marino gallego, Francisco Freire, quien estuvo en las Islas durante el 1832 y ciertamente no fue forzado a abandonar las Islas. Pinedo también incluyó un “prisionero”, anotado como Máximo Warnes. Fue probablemente el primer preso de la prisión que Argentina tenía intención de establecer en las Falklands. Lo más seguro es que haya llegado a las Islas con la guarnición y también partiera con ellos. Pinedo dejó muy en claro que ninguno de los residentes genuinos fueron obligados a irse. Sin embargo un “afligido” marino británico, Charles Brassier abordó el Clio a solicitud propia, además de un marino norteamericano, William Drake. Según el capitán Onslow se trataba de una persona “inapropiada” para permanecer en las Islas. Resumiendo en las Falklands quedaron 22 civiles, incluyendo nueve gauchos y tres mujeres, dos de las cuales eran del grupo de esclavos de Vernet. Una de las mujeres negras tuvo hijos, quienes abandonaron las Islas en los 1850.

Retornan los hombres de Vernet

Representantes de Vernet retornaron las Falklands en marzo de 1833 y restablecieron su operación, al igual que su maltrato a los gauchos. Esto condujo a un estallido de violencia por algunos de los gauchos el 26 de agosto de ese año sobre una disputa salarial. Cinco de los principales de la misión de Vernet fueron asesinados. Dos de ellos eran británicos. Y esto ha sido aviesamente interpretados por algunos nacionalistas argentinos como un levantamiento anti británico. Pero en realidad representaban a Vernet y por tanto Argentina y no a Gran Bretaña. Y Vernet por su parte los reconoció como homicidios y no como un acto de patriotismo, y esta posición es compartida por la mayoría de historiadores argentinos. En efecto la Academia de Historia Argentina falló sobre el asunto allá por 1966 y efectivamente avaló esa interpretación. Pero los homicidios terminaron con la operación de Vernet. Barcos británicos estuvieron de retorno en las Islas en 1834, arrestaron a los culpables, y las Falklands han sido británicas desde entonces, a excepción de la invasión y ocupación argentina de 1982.
El puñado de sobrevivientes de la operación de Vernet optaron por quedarse en las Falklands. Vernet aceptó compensación por sus bienes y hacienda, especialmente la caballada en 1858. En tanto el último de los integrantes de su asentamiento murió en Stanley en 1871.
Argentina renunció a su reclamo sobre las Falklands en 1850 cuando la Convención de Paz (tras la Guerra del Paraná) anuló todos los problemas pendientes. Pero Argentina intentó revivir el reclamo en 1884, luego de hacerse de los territorios (patagónicos) del sur argentino frente a las Falklands. La campaña actual de reclamo soberano sobre las Islas se inició durante la Segunda Guerra Mundial, intentando tomar ventaja de las dificultades que enfrentaba Gran Bretaña en ese entonces.

El Mito de la Expulsión en Naciones Unidas

Argentina ha aprovechado el Mito de la Expulsión para engañar a Naciones Unidas a aprobar varias Resoluciones convocando a negociaciones sobre la soberanía de las Islas. Una de ellas es la Resolución 2065 de diciembre 1965, que condujo a negociaciones sobre la soberanía. Otra fue la 31/49 de diciembre 1976, la cual impedía acciones unilaterales por cualquiera de los bandos, Argentina y Gran Bretaña. Argentina ahora cita dichas resoluciones para criticar la actividad de Gran Bretaña en las Falklands. Pero Argentina desvergonzadamente ignoró la 31/49 cuando invadió las Falklands en 1982. Nuevamente la rompió en 1994 cuando incorporó el reclamo de soberanía sobre las Falklands a la constitución argentina. Y otra vez en 2009, cuando bajo legislación argentina, incorporó a las Falklands a la provincia de Tierra del Fuego.
Ahora Argentina repetidamente reclama una “solución pacífica y negociada”. Empero ahora con el reclamo consagrado en su Constitución esa “solución” solo puede concretarse con una entrega completa de las Islas Falkland a Argentina, contra la voluntad de los Isleños.
La Falkland Islands Association existe para asegurar que el pueblo de las Falklands tenga el derecho a elegir su propio futuro, y no intimidados a ser parte de Argentina contra su voluntad.