En la que probablemente fue su última aparición pública en el cargo, el embajador británico en Buenos Aires, Mark Kent, entregó el viernes -en nombre de la reina Isabel II- la Medalla de Oficial de la Orden del Imperio Británico (OBE) al empresario argentino Eduardo Eurnekian por sus servicios a las relaciones entre los dos países.
El Embajador Kent deja su puesto el próximo miércoles después de cinco años durante los cuales logró tender puentes entre las dos naciones. Pero no estaba solo: “Sin ti, Eduardo, la relación entre Inglaterra y Argentina no hubiera sido la misma”, dijo al colocar la medalla al empresario que hizo de las cicatrices de las Malvinas / Malvinas 1982 su propio problema y financió la construcción de un cementerio en Darwin para los combatientes caídos argentinos, además de proveer acciones humanitarias de diversa índole, incluyendo viajes de los familiares para estar cerca de sus seres queridos, particularmente en momentos en que el gobierno argentino miraba para otro lado en lo que se llamó la “desmalvinización” del país, que básicamente consistía en fingir que el conflicto de 1982 nunca había sucedido.
El padre de Eurnekian era un inmigrante armenio, una comunidad que se mantuvo unida en su diáspora en todo el mundo tras el genocidio perpetrado por Turquía a principios del siglo pasado. Alrededor de 80.000 armenios viven en Argentina. La mayoría de ellos llegaron a principios del siglo XX, siendo la tercera comunidad más grande de armenios del mundo. Fiel a la tradición de solidaridad con su tierra natal y su gente, Eurnekian se convirtió en el mayor inversor extranjero en la actual República de Armenia, incluido también el aeropuerto de su capital, Ereván.
Hasta que llegó a su vida la posibilidad de construir el cementerio argentino en las Islas, Eduardo Eurnekian siempre pensó que quería ser enterrado en Armenia con sus familiares. Pero un día, al visitar el cementerio argentino en la Isla Soledad, vio un hueco. Preguntó qué había sucedido y le dijeron que los restos del soldado sepultado ahí habían sido trasladados de regreso a su ciudad natal. “En esa tumba vacía, quiero que me entierren”, dijo Eurnekian.
“Aún tengo en mi mente los pasos previos que me llevaron a participar en el ‘Proyecto Cementerio Darwin’, en memoria de los soldados argentinos que cayeron en las islas. Fue el 14 de julio de 1999, fecha en que los cancilleres Di Tella y Cook firmaron la resolución conjunta que delegaba la responsabilidad del mantenimiento y cuidado del cementerio militar a las familias de los fallecidos en las islas. Posteriormente recibí la llamada de Sir Robin Christopher, entonces embajador del Reino Unido… convocándome para la construcción del nuevo monumento funerario, y finalmente, el 13 de septiembre de 2016, la resolución Foradori-Duncan, dio lugar a la identificación de los cuerpos enterrados en dicho cementerio de Darwin.
“En este contexto, fue un privilegio para mí ser un vehículo de consuelo, en medio de tanto duelo y dolor. Estos gestos, sumados a las conmovedoras reuniones que realizan los militares de ambos países, son prueba de que la paz es un bien, una virtud, un proceso dinámico y constructivo que requiere un cuidado continuo de las causas que la perturban. Tenemos amplia evidencia de la relación global que vivimos y los procesos que la fomentan: la asistencia humanitaria, así como el intercambio de bienes, servicios, información, ciencia y tecnología”.
Eurnekian dijo que ahora veía el cementerio de Darwin como un ‘Monumento a la paz’ y enfatizó que “aquellos que aprecian la vida, saben que los derechos y las diferencias se pueden defender y resolver en términos humanos civilizados sin resignación, pero evitando la barbarie”.
Eurnekian cerró su discurso recordando un poema de Borges, Juan López y John Ward, que describe los posibles vínculos entre combatientes de cada bando. Pocos argentinos han recibido el OBE, siendo Borges uno de ellos.
El embajador Kent también subrayó la valentía y el aporte diplomático” de Eurnekian, de quien destacó que a lo largo de la realización de los viajes siempre mantuvo un perfil bajo y permitió que los protagonistas fueran las familias de los caídos.
En 2004, Eurnekian mandó erigir el cenotafio con los 649 nombres de los caídos durante la guerra. Rehabilitó el antiguo cementerio que había sido construido bajo la supervisión de la Comisión de Guerra de la Commonwealth después de que el coronel británico Geoffrey Cardozo recogiera los cuerpos de los soldados de los campos de batalla. Y convirtió esas sencillas tumbas en un gran monumento para honrar a los combatientes.