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“El Papa Peronista”, según el diario El País de Uruguay

Viernes, 9 de octubre de 2020 - 10:10 UTC
El Papa Francisco bendiciendo a los fieles en la plaza del Vaticano El Papa Francisco bendiciendo a los fieles en la plaza del Vaticano

En Uruguay la separación de Estado e Iglesia tiene más de un siglo, a diferencia de la gran mayoría de países de América Latina, y a pesar que un porcentaje significativo de su población se declara católica, aunque no necesariamente practicante.

El diario EL PAIS, actualmente el principal medio escrito de Uruguay, con más de un siglo de existencia, siempre ha estado próximo a la Iglesia Católica, empero esta semana su editorial principal se convirtió en un comentario bastante cáustico respecto al Papa Francisco y su última encíclica, “Fratelli Tutti”.

En efecto el título fue ”El Papa Peronista”, y dado que Jorge Bergoglio es argentino y el adjetivo refiere a un estado de opinión, de referencia obligada y bastante polémico por decir algo, en el Río de la Plata, lo reproducimos a continuación.

Recientemente se publicó una nueva carta encíclica del Papa Francisco, titulada Fratelli Tutti que trata sobre la fraternidad y la amistad social, según la propia web del Vaticano.

Como en sus documentos anteriores el Papa realiza reflexiones profundas sobre la condición humana y la relación del hombre con Dios -al menos para los creyentes- pero cambia el tono, las formas y despista abruptamente cuando aborda temas políticos y, especialmente, económicos.

Más allá de algunos lugares comunes, quizá la parte más perniciosa es cuando analiza la coyuntura internacional. Para Bergoglio la culpa de la pandemia y sus consecuencias es del capitalismo y el proceso de mejora social que recomienda va en contra de todo el conocimiento acumulado en la historia universal.

Veamos algunos ejemplos: “El mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos, procuraba reducir los “costos humanos”, y algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado. Pero el golpe duro e inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza a volver a pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de algunos.”

Es notorio que no existe ningún economista, de Adam Smith en adelante, que haya sostenido que el mercado lo arregla todo sin instituciones, cultura y todo lo demás necesario para construir la sociedad en que vivimos. La caricatura del Papa Francisco, para defender su discurso ideológico, si viniera de otra persona debería ser atribuida a mala fe, lo que en este caso debería ser descartado.

En otro pasaje de su carta expresa: “Invertir a favor de los frágiles puede no ser rentable, puede implicar menor eficiencia. Exige un Estado presente y activo, e instituciones de la sociedad civil que vayan más allá de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien común”.

De nuevo, no existe Estado ni político ni intelectual que mida la ayuda a las personas más vulnerables en términos de rentabilidad, es una nueva caricatura. Lo que sí es claramente una posición ideológica es exigir Estados más grandes y activos porque se piensa que eso contribuirá al bien común.

El Papa Francisco notoriamente entiende poco de economía, pero eso no lo inhibe de realizar juicios categóricos. Al haberse rifado la bolilla de la elección pública, por ejemplo, se pierde que el Estado no siempre actúa defendiendo el bien común, que políticos y burócratas tienen sus propios intereses y muchas veces cuidan su tajada en detrimento de la sociedad en su conjunto. No parece ser consciente de que en casi todo el mundo los países cuentan con Estados sobredimensionados, activos en todos los aspectos de la economía y que suelen ser un lastre para sus sociedades.

El papa Francisco muestra una vez más que una cosa es el sucesor de San Pedro en su rol religioso y otra el militante peronista que ataca ideas nobles y defiende otras defenestradas ya por la historia.

También afirma: “El derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que «quien se apropia algo es solo para administrarlo en bien de todos»”. La estrategia de atacar algo que nadie defiende puede ser efectista, pero nos aleja de construir una sociedad fraterna como la que reclama. La primera condición para construir una sociedad democrática y fraterna es generar un diálogo honesto y civilizado, donde se puedan cambiar ideas y debatir con altura, todas reglas que no cumple la carta encíclica.

Podríamos seguir con los ejemplos, para basta uno más para aquilatar el dislate conceptual del Papa: “El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos”. Quizá la parte más penosa del documento es en la que equipara el liberalismo al populismo, ignorando que toda la historia del liberalismo es la de la construcción de derechos humanos, barreras a los atropellos del poder y defensa de los más débiles.

En definitiva, el Papa Francisco muestra una vez más que una cosa es el sucesor de San Pedro en su rol religioso y otra el militante peronista que ataca ideas nobles y defiende otras defenestradas por la historia de sufrimiento de millones de personas. Cuando se utiliza un lugar sagrado para atacar a parte de sus propios fieles, defender ideas que condenan a la gente a la pobreza y la indignidad y se alienta a dictadores y gobernantes corruptos, el daño que se hace es exponencial.