José Antonio Urritikoetxea Bengoetxea, alias Josu Ternera, detenido este jueves en Francia, era el último gran referente histórico de ETA, un dirigente convertido en la memoria viva de esa organización terrorista, desde casi sus inicios hasta su disolución definitiva, a la que él mismo puso el sello.
Urrutikoetxea, nacido en la localidad vizcaína de Ugao-Miraballes (País Vasco, norte de España ) el 24 de diciembre de 1950, ingresó a ETA al final del franquismo, en 1970, año en el que comenzó una andadura de cuatro décadas ligada a la organización terrorista, que durante casi seis décadas de actividad causó 864 muertos en España.
Una singladura en la que pasó por todos los estamentos posibles: desde la militancia de base hasta la más alta dirección, pasando por la cárcel y también por la actividad política como concejal y representante de la izquierda radical independentista en el Parlamento vasco. Su ascendencia sobre lo que quedaba de ETA era tal que fue, junto con otra histórica, Soledad Iparragirre, alias Anboto, quien leyó el comunicado con el que la organización terrorista anunció su definitiva disolución el 3 de mayo de 2018 en la sede del Centro Herni Dunant de Ginebra. Su participación se consideró entonces un sello de autenticidad del esperado anuncio.
Urrutikoetxea tuvo algún papel relevante en todos los intentos de conversaciones o negociaciones entre ETA y los distintos gobiernos españoles, desde Argel en 1989, cuando estaba preso y fue designado uno de los tres reclusos representantes de la banda, hasta los encuentros con el socialista Jesús Eguiguren en Suiza y Noruega en 2005 y 2006, pasando por los contactos con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) que derivaron en el pacto de Lizarra en 1998. Ese pacto fue un acuerdo político suscrito el 12 de septiembre de 1998 en la localidad de navarra de Estella (Lizarra en lengua vasca) para buscar un proceso de diálogo y negociación que lograra el cese del terrorismo de ETA.
Josu Ternera ingresó a la banda terrorista a comienzos de 1970 y apenas un año después se trasladó a Francia, donde comenzó a formar parte del aparato militar. Una de las primeras acciones con las que se le relaciona fue el asalto en 1973 a un polvorín de la localidad vasca de Hernani en el que se robaron 8.500 kilos de explosivos que fueron utilizados en el asesinato del entonces presidente del Gobierno español, el almirante Luis Carrero Blanco ese mismo año.
Al inicio de los años 80 se hizo cargo del aparato internacional de ETA, que entonces dirigía Domingo Iturbe, alias Txomin, y, tras la detención de éste en 1986, Ternera se convirtió en el máximo jefe de la organización terrorista. La Audiencia Nacional española lo procesó en el sumario por su relación con el hallazgo de armas y documentación de ETA en la cooperativa Sokoa de Hendaya (Francia) y, finalmente, fue detenido en Bayona (Francia) el 11 de enero de 1989. Un año después el Tribunal Correccional de París lo condenó a diez años de prisión por pertenencia a banda armada, uso de documentación falsa y tenencia ilícita de armas.
El 4 de mayo de 1996, cumplida su condena, fue entregado a España e ingresó a prisión por el sumario de Sokoa, lo que no le impidió ser elegido parlamentario en 1998 en las listas de la formación independentista vasca Euskal Herritarrok, la marca con la que la izquierda abertzale (nacionalista) se presentó a aquellas elecciones un mes después de que ETA declarase una tregua indefinida. En un gesto que concitó una gran polémica, Euskal Herritarrok lo designó miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, que preside el actual presidente regional vasco, Iñigo Urkullu.
En 2000 salió de prisión y comenzó una nueva etapa de su trayectoria, la política, fuera de la cárcel y de la clandestinidad, aunque su pasado al frente de ETA pesaba demasiado y le volvió a salir al paso cuando la Fiscalía de la Audiencia Nacional española pidió en enero de 2002 que fuera imputado por el atentado de la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza (norte de España) en 1987, en el que murieron once personas -seis de ellas menores-, cometido cuando Ternera era el máximo dirigente de la organización terrorista.
No compareció a dos citaciones judiciales, huyó y regresó a la clandestinidad, un periodo de 17 años en los que, según diversas fuentes, logró escapar varias veces de las fuerzas de seguridad.
De nuevo reintegrado en ETA, fue uno de los interlocutores de la banda con los enviados del Gobierno español en las conversaciones en Suiza en 2005, auspiciadas por el Centro Henri Dunant, cuyo objetivo es el diálogo humanitario y vinculado a la Cruz Roja. En los últimos años, los expertos antiterroristas otorgaron a Josu Ternera un papel más simbólico que ejecutivo, al situar en la cúpula a dirigentes de una generación posterior como el recién excarcelado David Plá e Iratxe Sorzabal, que también fueron arrestados.
Con ellos dos viajó Urrutikoetxea a Oslo en 2011, tras el cese de la violencia de ETA, para intentar negociar allí con el Gobierno del ex presidente español Mariano Rajoy (PP) la entrega de las armas, pero el Ejecutivo declinó reunirse con ellos y los tres fueron finalmente expulsados por las autoridades noruegas. El simbolismo de la figura de Urrutikoetxea, el dirigente etarra que ha atravesado todas las generaciones de la banda terrorista, se constató en su elección para poner voz al propio epitafio de ETA, el comunicado de su disolución el 3 de mayo de 2018.