River Plate derrotó a Boca Juniors 3-1 como local en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid para una victoria global de 5-3 que les valió el título de la Copa Libertadores por cuarta vez en su historia.
Darío Benedetto abrió el marcador en la primera mitad para Boca, pero Lucas Pratto igualó a mediados de la segunda etapa y forzar un alargue de 30 minutos durante el cual Juan Fernando Quintero se aprovechó de la pobre defensa de un ewuipo xeneize dusminuido por la expulsión de Lucas Barrios y poner el 2-1.
Sobre el final, los nueve jugadores de Boca que había perdido a Fernando Gago por lesión, se lanzaron incluido su arquero Esteban Andrada a la búsqueda de un empate heroico que no fue y dejó el espacio para que Gonzalo Martínez pusiera cifras definitivas justo antes del pitazo final.
Era anecdótico. Hacía mucho que había dejado de ser un evento deportivo. Esta segunda final debería haberse jugado en el estadio Monumental de River Plate en Buenos Aires el 24 de noviembre, pero un ataque de los hooligans de River contra el autobús que llevaba al equipo de Boca provocó varios aplazamientos y la eventual reprogramación y cambio de sede.
Independientemente del resultado, este partido fue una vergüenza para el fútbol argentino y para su gobierno, particularmente porque es difícil perder de vista el hecho de que el presidente Mauricio Macri alguna vez fue presidente de Boca Juniors.
River Plate se ha clasificado para la próxima Copa Mundial de Equipos en los Emiratos Árabes Unidos y para la Copa Libertadores del próximo año.