La Cámara de Diputados de Argentina aprobó el 14 de junio el proyecto para legalizar el aborto tras un intenso debate que, ahora, afronta su recta final con su paso al Senado, en un país en el que la figura del papa Francisco cuenta con gran influencia.
Después que la reñida votación se saldara con 129 votos positivos y 125 negativos, las miles de mujeres que, a pesar del sueño y el frío glacial, esperaron las 23 horas que duró el pleno en los alrededores del Congreso emitieron un grito de euforia que contenía algo de sorpresa por un resultado que no se podía prever.
La decisión estaba en manos de una treintena de diputados indecisos, algo que probablemente se replicará en la Cámara Alta, donde, según un documento realizado de manera colaborativa por la ciudadanía a iniciativa de la organización Economía Femini (s) ta, actualmente, 28 senadores están a favor, 29 en contra y 19 no se posicionaron.
Pese a que en un primer momento se veía prácticamente imposible que el proyecto saliera adelante en esta cámara por su carácter más conservador, la presidenta de la organización feminista denominada Católicas por el Derecho a Decidir Argentina (CDD-A), María Teresa Bosio, cree que “no está tan complicado” porque las diputadas están trabajando para que se aborde en julio, antes de las vacaciones del invierno austral.
En una entrevista apuntó que, si es así, no perdería “fuerza” esa marea feminista, joven y verde –por el color de los pañuelos de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito– que inunda el país, aunque advierte que los sectores contrarios están “haciendo mucha presión” para que, si no logran frenarla, al menos haya modificaciones en la normativa.
Así, hace referencia al denominado movimiento “pro vida”, que, aunque con menor capacidad de movilización, también aglutina a numerosas organizaciones civiles y religiosas y miles de personas que piden alternativas a la interrupción voluntaria del embarazo.
La Iglesia Católica había manifestado su postura, pero se mantuvo ajena al debate desde que el proyecto se presentó en marzo por séptima vez. Según la líder de CDD-A, delegó sus acciones en grupos laicos o fundaciones, pero, con el visto bueno de la Cámara Baja, señala, los obispos salieron a “marcar la cancha” (el territorio). Tras la media sanción de Diputados, la Comisión de Laicos y Familia de la Conferencia Episcopal Argentina manifestó su dolor, al considerar que el aborto es otro trauma para las mujeres que enfrentan embarazos no esperados e instó a buscar soluciones que reconozcan “el valor de toda vida”.
La libertad de culto está garantizada en la Argentina por la Constitución de 1853, aunque esta misma establece la obligación del Gobierno de sostener al “culto católico apostólico romano”. Según datos de 2008, el 76,5% de la ciudadanía se declara católica, lo que refleja la notable presencia de esta doctrina en la que es, además, tierra natal del papa Francisco, motivo de orgullo para muchos religiosos argentinos.
Poco después de que los diputados aprobaran el proyecto, el Pontífice equiparó ciertos abortos –por malformación o discapacidad– a “lo que hacían los nazis para cuidar la pureza de la raza” y agregó que “para resolver una vida tranquila, se tira un inocente”.
Sus palabras tuvieron una gran resonancia en el país y fueron repudiadas por las organizaciones feministas, como la de Bosio, quien considera que el Papa lanzó un mensaje “para nada cristiano” que supone “una condena muy fuerte” a la autonomía de las mujeres. “Éramos brujas, ahora somos nazis. Nos pone en un lugar muy oscuro”, agrega.
Para el delegado episcopal ante el Congreso argentino, Alberto Bochatey, las declaraciones se exageraron porque el Papa se refería a los casos de niños con síndrome de Down, que, en Europa, “sistemáticamente se los aborta”, pero “de ninguna manera lo comparó con el nazismo”.
“Ha sido muy prudente siempre de no meterse con legislaciones y debates internos de Argentina. Hablar contra el aborto es de todos los días de cualquier Papa”, afirmó el también obispo auxiliar de La Plata –capital de la provincia de Buenos Aires– en una conversación con Efe en la que apunta que la influencia del pontífice es solo “espiritual” en los católicos del país.
Bochatey destaca su “decepción” por la media sanción del proyecto porque esperaba un proyecto “más creativo” que ayudase a la mujer en situación de libertad. “Como Iglesia, queremos respetar el juego democrático”, señala antes de destacar que lo más deseable sería llegar a una legislación que incluya la correcta implementación de la educación sexual y “que no discrimine a nadie” porque, apunta, la mitad del país no está a favor de la legalización.