Colombia arrancó este domingo las votaciones para elegir al primer presidente que gobernará sin la amenaza guerrillera de las FARC en medio siglo, en un inédito duelo entre la derecha conservadora y la izquierda radical. Paradójicamente, el acuerdo de paz con el que fuera el grupo rebelde más poderoso de América, hoy partido político, fracturó a este país de 49 millones de habitantes.
Dos candidatos que representan los opuestos del espectro político, el derechista Iván Duque (41 años) y el ex guerrillero Gustavo Petro (58), son los favoritos entre seis candidatos. Ahora se sabe que habrá que esperar hasta la segunda ronda el 17 de junio para conocer al futuro gobernante de la cuarta economía latinoamericana y el primer exportador mundial de cocaína.
“Hasta ahora ningún puesto de votación ha sido trasladado por razones de seguridad (...) hace muchísimas décadas que eso no sucedía, o sea que van a ser las elecciones más seguras, más tranquilas”, aseguró el presidente colombiano Juan Manuel Santos, tras votar en la Plaza de Bolívar en Bogotá este domingo. El sábado, en una alocución televisada, el mandatario destacó el carácter pacífico de estas elecciones.
“Junto con las elecciones de marzo pasado para elegir al nuevo Congreso, cumpliremos el primer ciclo completo de elecciones nacionales sin la amenaza del conflicto armado” con las FARC, dijo.
Apadrinado por el ex presidente Álvaro Uribe, Duque promete modificar el pacto de paz de 2016 para impedir que los rebeldes que ya entregaron las armas y están implicados en delitos atroces, ejerzan la política sin antes haber pagado un mínimo de cárcel.
Petro, que militó en los ochenta en el disuelto movimiento M-19, prevé honrar los compromisos que garantizan que los jefes ex guerrilleros reciban penas alternativas a prisión si confiesan crímenes y reparan a las cientos de miles víctimas de un conflicto en el que también han tomado parte paramilitares de ultraderecha y agentes del Estado.
Terminado el enfrentamiento de medio siglo con los rebeldes marxistas, los colombianos están más inquietos por la corrupción, la desaceleración económica, el servicio de salud y el repunte del narco que castiga las fronteras con Venezuela y Ecuador, que por el futuro mismo del acuerdo con las FARC.
En esta coyuntura, el coletazo migratorio de la crisis en Venezuela ha ganado espacio. En los últimos dos años han ingresado casi millón y medio de venezolanos, de los cuales 518.000 pretenden instalarse en el país. Bogotá, que prevé adherirse a la alianza militar de la OTAN para disgusto de Caracas que lo considera como una amenaza, prácticamente no tiene relaciones con el reelecto gobierno de Nicolás Maduro.
Sin embargo, el pacto con el ahora partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común –que retiró a su candidato presidencial por problemas de salud y antes del descalabro en las legislativas– obra como un partidor de aguas.
“Colombia está polarizada desde antes de las elecciones. La polarización se hizo evidente en las campañas por el Sí y el No del plebiscito” por la paz, señala Andrés Macías, investigador de la Universidad Externado.
Aunque los opositores del acuerdo vencieron por mínimo margen, Santos sacó adelante el convenio que desarmó el año pasado a unos 7.000 combatientes, pero aún falta por implementar el sistema de justicia que garantiza verdad y reparación a millones de víctimas. También están pendientes reformas rurales que evitarían reavivar el conflicto. En su intento por sellar una paz completa, Santos también dialoga con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) –la última guerrilla activa que declaró una tregua unilateral por elecciones–, mientras combate a disidentes de las FARC y bandas narcotraficantes.
En esta contienda, Petro irrumpió con fuerza y logró arrastrar apoyos con su discurso anti-sistema, a favor del medioambiente, las minorías y de una economía no dependiente del petróleo. El candidato del movimiento Colombia Humana rescató para la izquierda la plaza pública con multitudinarias concentraciones. Aquí estas reformas “se consideran extremistas, porque vivimos en un feudalismo bastante manchado por el narcotráfico”, señaló Petro.
De su lado, Duque batalló para no parecer “un títere” de Uribe, aunque reivindica las mismas causas de su mentor: inversión privada, Estado austero y valores familiares tradicionales. También propone “recuperar la economía, eliminando el derroche” mediante una reforma para recortar burocracia. El centro llegó a estas elecciones dividido y sin oxígeno.