Los brasileños están desesperados por ver un rostro nuevo en la Presidencia después de años en crisis y podrían encontrarlo en Joaquim Barbosa, un ex ministro de la Corte Suprema que combatió al Mensalao golpeando con dureza al PT de Lula da Silva.
Brasil es un país que, en apenas dos años atrás, vio el juicio político y remoción de la presidente de izquierda, Dilma Rousseff; a su reemplazo de centro derecha, Michel Temer, ser acusado de corrupción; y a su predecesor y favorito para la contienda electoral Lula da Silva encarcelado.
El abogado de 63 años, que empezó su carrera profesional como limpiador, aún no ha confirmado su candidatura para las elecciones de octubre, pero eso no ha impedido la euforia.
En un evento la semana pasada en Brasilia con el Partido Socialista Brasileño (PSB) , al cual se unió recientemente, los periodistas acosaron a Barbosa con preguntas sobre sus eventuales aspiraciones presidenciales.
“Aún no conseguí convencerme a mí mismo de que debo ser candidato”, respondió el ex juez, agregando que su familia se opone a la idea.
Las dudas son razonables. Barbosa nunca se presentó para un cargo electo y la traicionera escena política brasileña no es para novatos. Pero algunos analistas remarcan que Barbosa, que se levantó de la pobreza para convertirse en el primer negro en presidir el Supremo Tribunal Federal (STF), tiene credenciales únicas.
En una elección llena de incertidumbres, la única certeza es que muchos brasileños quieren a alguien nuevo. Y con centenas de políticos, incluyendo Lula, Temer y legisladores, señalados por la gigantesca operación anticorrupción “Lava Jato”, los electores también quieren alguien incorruptible.
Aquí entra Barbosa. Como juez, su principal logro fue supervisar otra gran cruzada anticorrupción, el “Mensalao”, que comenzó en 2005, golpeando de forma dura al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula. Y desde su retiro en 2014, ha estado fuera del ojo público. Dicho de otra forma, él cumple con ambos requerimientos.
El presidente del PSB, Carlos Siqueira, define a Barbosa como el hombre de conciliación que el país necesita. “Su electorado, quiere que la normalidad regrese a Brasil”, dijo Siqueira.
La encuesta Datafolha, realizada luego de la detención de Lula este mes, le dio a Barbosa cerca de 10% de apoyo electoral, un tercer lugar dentro de una vasta lista de opciones, sin haber realizado ni un día de campaña. Esto llevó a los asesores del Grupo Eurasia a calificarlo como “el verdadero comodín de esta elección”.
Además de su reputación de luchador contra el delito, Barbosa tiene una historia de vida que prácticamente solo puede igualar Lula, con su ascenso épico de joven limpiabotas a presidente reelecto. Técnicamente, Barbosa no sería el primer presidente negro de Brasil, un honor generalmente concedido a Nilo Peçanha, un mestizo que gobernó el país entre 1909 y 1910. Pero en estos tiempos que corren, la elección de Barbosa sí sería revolucionaria.
A pesar de que más de la mitad de la población nacional no se identifica como blanca, casi no hay líderes negros en la política o los negocios, y el racismo es una constante. Y Barbosa ya ha demostrado que puede atravesar esos techos de cristal.
El mayor de ocho hermanos, de padre obrero, se ganó sus primeros reales limpiando en el tribunal laboral de Brasilia, la capital nacional. Trabajando largas jornadas, estudió derecho en la Universidad de Brasilia, se desempeñó brevemente en el prestigioso servicio diplomático brasileño, aprendió varios idiomas y ascendió inexorablemente al Supremo Tribunal.
Pero si su estatus de ’outsider’ es una de sus principales fuerzas, también le trae inconvenientes, como la falta de claridad sobre sus posiciones políticas y preguntas sobre su falta de experiencia en políticas electorales.
Barbosa es promocionado como un potencial centrista que puede conquistar el espacio entre el izquierdista Lula y el ultra derechista Jair Bolsonaro, un ex oficial del Ejército. Sin embargo, necesita fijar aún posiciones firmes en las principales controversias políticas y económicas que marcan la polarizada escena brasileña.
“Es difícil saber si se inclinará más hacia la izquierda y tratará de capitalizar los votos de Lula o si volverá a la figura que era, retomará más esa imagen de ir más hacia la centro-derecha” , dijo Michael Mohallem, profesor de derecho de la Fundación Getulio Vargas.
“Tendrá que decidir. Puede que sea el candidato de centro, pero la decisión que tome tal vez pueda sacarlo de ese centro” , agregó. También hay interrogantes sobre el temperamento de Barbosa.
Durante su tiempo en el tribunal, se ganó una reputación de ser ocasionalmente irascible, recriminando en una ocasión a un colega: “cuando me habla, no habla con uno de sus matones asalariados”.
¿Puede llegar a la cima este ex limpiador que llegó a limpiar la élite corrupta?