El cortocircuito entre el Ejecutivo y la Marina argentinos a propósito del manejo de la desaparición y esfuerzos por localizar al submarino ARA San Juan, es más que evidente y desde ya se anticipan remociones en la cúpula del arma y un debate profundo sobre el presupuesto de las fuerzas armadas.
El ministro de Defensa, Oscar Aguad y el presidente Mauricio Macri no pueden disimular su incomodidad frente al jefe de la Armada, Marcelo Srur. En efecto la imagen del martes pasado de Macri sentado junto a Aguad, mientras Srur detallaba sobre una pantalla en la pared la secuencia de hechos en la tragedia del ARA San Juan, hablaba por sí misma.
El principal reproche lo tiene Óscar Aguad, que no entiende que Srur tardara 48 horas en advertirle de la situación del submarino y de sus 44 tripulantes. El miércoles de la semana pasada, cuando se perdió el contacto con el ARA San Juan, el ministro entiende que debió ser informado de inmediato. En el edificio Libertador, sede de la Armada, no pensaron lo mismo y apelan al protocolo. Siguieron lo estipulado, según marca el libro.
La tensión entre ministro y Armada tiene de telón de fondo la decisión de Aguad, amigo personal de Mauricio Macri, de optar por la compra de cinco aviones Super Étendart a Francia para la Fuerza Aérea, en detrimento de la Armada. Aparentemente el almirante no le perdonaría al ministro la falta de sensibilidad frente a una Fuerza que continúa en situación precaria y que ha tenido que superar el lastre de la demonización de la dictadura (1976-83).
En la reunión extraordinaria con Macri y Aguad, el almirante Srur precisó de la asistencia del vocero Enrique Balbi ante la exigencia de detalles minuciosos del presidente de Argentina y del ministro. El capitán Balbi, además de portavoz desde hace años de la Armada, es submarinista profesional, amigo personal de media tripulación del ARA San Juan y conocedor como nadie de ese mundo complejo de los submarinos, y con precisión del ARA San Juan, un buque de 1985 de fabricación alemana.
Al margen de las tensiones y asignaturas pendientes entre la Fuerza y Aguad, el detonante del último roce o colisión fue la apuesta inicial de Srur de inclinarse al silencio frente a la crisis del San Juan. Aguad se encontraba en una conferencia de ministros en Canadá cuando consultó portales y descubrió la noticia que le dejó sin palabras. Al frente del Ministerio de Defensa tuvo que enterarse por la web de un hecho de semejante envergadura.
Una de las quejas históricas de la Armada desde 1983, año del regreso de la democracia, es la falta de presupuesto. Desde el Gobierno de transición de Raúl Alfonsín, pasando por el de Carlos Menem y el paréntesis de Fernando de la Rúa, la caja de la Marina se quedó prácticamente vacía. Los doce años de kirchnerismo no mejoraron la situación y los dos de Mauricio Macri tampoco han hecho grandes esfuerzos por modificar el escenario.
El ex ministro de Alfonsín Horacio Jaunarena fue posiblemente el único en ocupar un cargo por deseo e interés propio. Lo hizo en tres ocasiones, entre 1986 y 1989, de marzo a diciembre de 2001, y de enero a mayo de 2003 con Eduardo Duhalde como presidente interino designado por la Asamblea Legislativa.
En 1986 fue el artífice de la compra de submarinos, como el ARA San Juan, a Alemania. Consciente de la precariedad de medios de la Fuerza Naval, diseñó -y en parte logró- un plan de reequipamiento militar.
Los titulares de Defensa que le sucedieron no parecerían tener su mismo celo. Llegaron al cargo en su mayoría como compensación por los servicios prestados en otros espacios o, como en el caso de Oscar Aguad, por su amistad personal con el presidente Mauricio Macri. «Estar al frente de Defensa era bailar con la más fea», comentó un político de la actual administración.
Durante el kirchnerismo las dos figuras más «populares» al frente del Ministerio fueron Nilda Garré (entre 2005 y 2010), vinculada a la guerrilla montonera y con un rencor histórico a los uniformados, y Agustín Rossi (de 2013 a 2015), un político que se sentía ajeno al ámbito castrense.
Entonces, como ahora, el ministerio de Defensa se consideraba una instancia de segundo plano. Prueba de ello es el presupuesto militar que Argentina le dedica, uno de los más bajos de la región. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, destina algo menos del 1% del PIB a sus Fuerzas Armadas, menos que Bolivia, que asigna el 1,7, y tiene Fuerza Naval pese a no tener salida al mar, aunque sí lagos. Y muchísimo menos que Brasil, con el 1,3%, Colombia (3,4%), Ecuador (2,2%), Guyana (1,4%), Honduras (1,6%) y la vecina Uruguay (1,9%).