El Partido Comunista de China elevó el jueves el estatus del presidente chino Xi Jinping al de líder central de la formación, lo que prepara el terreno para el regreso de un gobierno más autoritario, después de una década y media de liderazgo de consenso entre la élite del país.
Como pausa de la práctica reciente, la designación de líder central del partido eleva a Xi a un nivel de poder individual que se equipara al que tenía Jiang Zemin inmediatamente después de la masacre de 1989 en la Plaza de Tiananmen. Jiang encabezó el partido hasta 2002 y sigue ejerciendo influencia detrás de escena sin ningún título formal.
La conclusión del plenario del partido dio el puntapié inicial a un año de negociaciones políticas, mientras Xi, que también es jefe de los militares, trata de consolidar su poder en su segundo período y más allá. La composición del Comité Permanente del Politburó se anunciará en el próximo otoño boreal.
Obtener el status de líder central definitivamente implica que Xi es más poderoso que antes del plenario y más poderoso que sus dos predecesores [Jiang Zemin y Hu Jintao] en la misma etapa de liderazgo. Sin embargo, ya era así antes de que le otorgaran este nuevo estatus, señaló Steve Tsang, sinólogo de la Universidad Nottingham.
La propuesta de designar a Xi como central del partido generó una profunda oposición cuando se la presentó por primera vez a principios de este año. Muchos en el partido y el público en general sostienen que sólo un líder autoritario puede gobernar eficazmente China. Pero otros temen al regreso del gobierno irracional, de restricciones a la libertad individual y el estancamiento económico que acompañó la extrema consolidación de poder del partido comunista bajo la conducción de Mao Zedong en los años cincuenta y sesenta.
Un artículo del diario People's Daily que refleja las opiniones oficiales del partidodescribió que una amenaza a China equivale a la caída de la Unión Soviética si el partido no se une. Incluyó un interminable elogio a las décadas en que el presidente Mao Zedong ejercía tal influencia que hasta la cadencia de su voz en la radio era suficiente para que todos los cuadros lo obedecieran incondicionalmente.
El secreto está en poder usar su estricta vida política interna para lograr la unidad del partido, unificar la voluntad dentro del partido y convertir esa voluntad en la voluntad del estado, dice el artículo del diario.
El plenario también marcó un giro en la retórica del partido, que se aleja del término anticorrupción y se acerca al de disciplina en medio de la frustración de que casi cuatro años de purga en el liderazgo del partido y jefes militares no han tenido la eficacia prometida.
El problema de Xi mientras trata de consolidar su propia sucesión es que él tiene sólo un puñado de personas leales que cumplen con el requisito de edad y experiencia. Fortaleciendo su propio poder como líder central destroza el acuerdo de reparto de poder entre los ancianos del partido, primero adoptado por el reformista económico Den Xiaping y profundizado durante la generación de liderazgo bajo la conducción de Hu Jintao. Eso mantuvo a China políticamente estable en las ultimas décadas pero también se le atribuye corrupción, ineficiencia y resistencia burocrática a las prioridades de Beijng.
La idea de líder central fue tal polémica cuando se propuso a principios de este año que generó una inusual oposición pública. Cerca de 20 jefes provinciales del partido rápidamente llamaron a Xi como el central del partido, pero en ese momento la mayoría de sus colegas superiores los otros seis miembros del Comité Permanente del Politburó no repitieron explícitamente la designación. Desde entonces, los meses de maniobras políticas, ascensos y castigos inclinaron la balanza a su favor.