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Amatrice en guardia ante el fantasma de LÁquila con su legado de corrupción y olvido

Sábado, 27 de agosto de 2016 - 06:52 UTC
Matteo Renzi se encuentra ante el desafío de reconstruir con rapidez, transparencia y eficacia los pueblos afectados y no repetir el fiasco en 2009 de L’Aquila Matteo Renzi se encuentra ante el desafío de reconstruir con rapidez, transparencia y eficacia los pueblos afectados y no repetir el fiasco en 2009 de L’Aquila
Siete años después un gran número de afectados de LÁquila sigue viviendo en barracones prefabricados y los fondos de reconstrucción perdidos a la burocracia Siete años después un gran número de afectados de LÁquila sigue viviendo en barracones prefabricados y los fondos de reconstrucción perdidos a la burocracia
Las localidades arrasadas temen que pasará mañana, cuando los muertos reciban sepultura, las cámaras de televisión se hayan marchado y ya no queden ni lágrimas. Las localidades arrasadas temen que pasará mañana, cuando los muertos reciban sepultura, las cámaras de televisión se hayan marchado y ya no queden ni lágrimas.

En Italia a cien kilómetros al noreste de Roma, en Amatrice se siguen produciendo las réplicas del devastador terremoto. Y el número de fallecidos no deja de aumentar.

 Pero también las dudas sobre si una parte de las terribles consecuencias del terremoto que sacudió el centro de Italia durante la madrugada del miércoles se debe a negligencias en la construcción o la rehabilitación de algunos edificios en una zona conocida por su gran actividad sísmica.

El gobierno de Matteo Renzi se encuentra ahora ante el desafío de reconstruir con rapidez, transparencia y eficacia los pueblos afectados -algunos de ellos casi borrados del mapa-y no repetir el fiasco de Silvio Berlusconi tras el terremoto que golpeó en 2009 la vecina localidad de L’Aquila: siete años después, un buen número de afectados sigue viviendo en barracones prefabricados y una parte de los fondos destinados a la reconstrucción se perdió por el sumidero de la burocracia y la corrupción. Por el momento, el Primer Ministro ha anunciado una ayuda de 50 millones de euros y ha declarado el estado de emergencia.

El fantasma de L’Aquila está cada vez más presente entre los vecinos de las cuatro localidades más afectadas, Arquata del Tronto y Pescara del Tronto, ambas en la provincia de Ascoli, Amatrice y Accumoli (provincia de Rieti). Ya no solo por la intensidad del sismo -de 6 grados en la escala Richter ahora y de 6,3 entonces– o el número de víctimas mortales –308 en 2009 y más de 280 ahora, en un balance que aún es provisional–, sino por el temor a qué puede pasar a partir de mañana, cuando los muertos reciban sepultura, las cámaras de televisión se hayan marchado y ya no queden ni lágrimas.

La experiencia no da pie a la esperanza. Tras miles de millones invertidos en la reconstrucción de L’Aquila, proceso por corrupción en los contratos de las obras de reconstrucción y condenas por la falta de prevención, el centro de la capital de los Abruzos -de unos 73.000 habitantes- sigue cerrado, con la mayoría de los edificios apuntalados y cientos de sus antiguos vecinos condenados a vivir en barracones ubicados en el extrarradio.

De ahí que, viéndolas venir, Aleandro Petrucci, el alcalde de Arquata, ya ha advertido a quien corresponda: “La gente quiere reconstruir las casas donde estaban. Arquata es un monumento histórico con sus casas del Cinquecento (siglo XV) y que tendrá que ser el símbolo del renacimiento. También Pescara del Tronto tiene su historia. La gente quiere quedarse aquí”.