Empleados de la Presidencia de Brasil ya comenzaron a realizar algunos arreglos en la residencia oficial, el Palacio de Alvorada, donde la presidenta Dilma Rousseff montará una suerte de gobierno paralelo. Es que esta semana seguramente, tendrá que licenciarse del cargo debido a la apertura del “impeachment”, que se presume que tendrá el visto bueno del Parlamento, en mero trámite.
Está previsto que el miércoles 11 de mayo se realice la sesión del Plenario del Senado en la que seguramente será aprobado el inicio del juicio de destitución.
Cabe esperar que haya extensos discursos y no se pueden descartar polémicas en la sesión cuya duración puede ser de más de 20 horas. Según trascendidos, Rousseff planea dejar el Palacio del Planalto por la rampa principal, donde la aguardarán un grupo de mujeres del Partido de los Trabajadores (PT) y movimientos sociales.
Por lo pronto, no está confirmado que el ex presidente Lula acompañe a su correligionaria. El líder del PT y mentor de Dilma se ha recluido en su casa desde la semana pasada debido a una fuerte afonía que le impidió participar del acto del 1 de mayo en el que habló Rousseff. Con el hasta ahora no confirmado descenso por la rampa del Palacio del Planalto, la presidenta pretende demostrar que se va por la “puerta grande”, como comentaron sus asesores y sin realizar la transmisión de mando al vicepresidente Michel Temer.
Más allá de las especulaciones sobre la composición del próximo gobierno, lo cierto es que Temer tendrá que enfrentar varios nubarrones para garantizar la gobernabilidad de la mayor potencia latinoamericana sacudida por problemas políticos y económicos como la recesión que amenaza trepar al 4% este año.
El primero de esos problemas es que hasta el momento Temer no obtuvo un respaldo integral del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), la principal fuerza opositora, liderado por el ex candidato presidencial Aécio Neves. El segundo tema que puede jaquear la gobernabilidad de la nueva administración es la tensión surgida a partir de la caída del influyente Eduardo Cunha, que ha sido un aliado importante de Temer.
Cunha fue el actor clave para que Diputados apruebe por amplia mayoría el impeachment contra Rousseff y es considerado el líder de un grupo de 200 congresistas de varios partidos que le son incondicionales. Según trascendió, Cunha hizo saber a Temer que la alianza de ambos puede saltar por los aires si el futuro presidente no le tiende una mano.
Imputado por la Corte en el “Petrolao” y otros delitos, el senador “envió mensajes” cifrados a Temer, según reveló la periodista Renata Lo Prete de la cadena Globo. “En Brasilia se rumorea” que Cunha amenazó a Temer con el argumento de que si fuera preso por el Petrolao es “capaz de hablar” de asuntos que puede comprometer a miembros del futuro gobierno interino, comentó la periodista.