La elección de Mauricio Macri como nuevo presidente de Argentina marca el fin de una era para el país y, también, para la región en su conjunto, según un artículo que publica el Financial Times a propósito del resultado electoral del domingo.
La recompensa que acompañó el auge de los commodities de los últimos 12 años terminó y los tiempos difíciles requieren una gestión económica más prudente y ortodoxa. Eso es tan aplicable para el populismo económico que caracterizó a las dos administraciones de Cristina Fernández, como lo es para otros países sudamericanos con gobiernos de izquierda, como en Brasil.
También habrá menos grandilocuencia populista por la que Cristina es conocida. Y Macri, de centro-derecha, hijo de un hombre rico de negocios y actualmente jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es sin duda una figura empresarial. Además, la caída de los precios de los commodities redujo el tamaño de la apelación popular de líderes carismáticos, como Cristina, que se modeló a sí misma como Evita Perón.
Los fracasos de su modelo populista y un cansancio generalizado de su estilo mordaz y de confrontación, se encargaron desgastarla. Lo mismo puede decirse de otros movimientos políticos recientes en América del Sur, como el chavismo en Venezuela, lulismo en Brasil y quizás el Evo Morales en Bolivia. La llamada ‘marea rosa’ de América del Sur está retrocediendo.
Aún así, el éxito electoral de anoche de Macri es inusual. Él prometió cambio y esa promesa lo ayudó a impulsar desde un supuesto segundo lugar distante en las encuestas hace apenas un mes, a la victoria del domingo con el 51,4% de los votos. Pero cambiar en qué, exactamente; qué áreas y cómo.
La economía es el problema más urgente que Macri debe abordar. La inflación está en dos dígitos, las reservas de divisas se derrumbaron, hay controles y el tipo de cambio está sobrevaluado, el gobierno se queda afuera de los mercados internacionales por su larga causa judicial con los holdouts, el banco central imprime dinero para financiar el déficit fiscal y la economía nacional sufre una red de distorsiones internas - incluyendo subsidios a la energía, cuyas facturas de electricidad domiciliara equivalen al precio de una taza de café-.
La dura decisión que Macri debe tomar es si hace frente a estas distorsiones macroeconómicas de una sola vez, a través de un paquete shock de medidas el cual los argentinos conocen y temen, o más gradualmente. Ambas decisiones tienen sus consecuencias, y el equipo de asesores económicos de Macri se muestra dividido sobre la cuestión.
Ciertamente, Argentina tendrá que recurrir al apoyo financiero multilateral en algún momento - incluyendo, presumiblemente al Fondo Monetario Internacional, a pesar de que el FMI está asociado en las mentes de los argentinos con el calamitoso default de 2002 y la devaluación. Hasta el momento, Macri sólo ha dicho que iba a empezar a eliminar los controles de capital inmediatamente después de su asunción, el 10 de diciembre.
Macri también se enfrenta a retos políticos considerables. Carece de una mayoría en el Congreso, aunque esto puede no presentar una barrera infranqueable en la aprobación de leyes. Pero quizás el área en la cual Macri tiene que efectuar el mayor cambio es en el clima de inversión en la Argentina. Los inversores celebraron la victoria de Macri con suba de acciones y bonos argentinos ante la perspectiva de un cambio. Pero este rally ha sido solo un juego.
El trabajo de Macri será convertir a la Argentina en un destino con dinero real y la inversión extranjera directa en lugar de una especulación de fondos de cobertura. Por ahora, esto es sólo una esperanza, ya que marcaría un cambio decisivo para un país que, durante los últimos 100 años, de lo único que se habló fue de haber perdido su antiguo ‘estado nación rica’.
Pero incluso en la Argentina, como Cristina comentó con pesar en su cuenta de Twitter el domingo por la noche, 'nada dura para siempre'.