Después de doce años de kirchnerismo, Argentina elegirá este domingo un nuevo presidente entre el oficialista Daniel Scioli, favorito en los sondeos, y los principales opositores Mauricio Macri y Sergio Massa.
El tono confrontativo de la presidenta Cristina Fernández parecería dar paso a uno más conciliador en los nuevos tiempos políticos que decidirán más de 32 millones de argentinos. Los tres principales aspirantes, descendientes de italianos, privilegian mensajes de consenso aunque ninguno la iguala en carisma, pasión y verborrea.
La mandataria, impedida por ley a un tercer mandato consecutivo, está convencida de que junto a su fallecido esposo y expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), lideró una “renovación patriótica”, enfrentando a poderosos dueños de medios, jueces y empresarios.
En definitiva el enfoque no ortodoxo de temas económicos y resultados positivos, en parte, y durante el tiempo que duró el boom de las materias primas permitieron recuperar la economía argentina luego del desplome de 2001/02. Pero al enfriarse la demanda mundial, han vuelto a brotar las dudas sobre la solidez del proyecto K, y la discusión ha sido por varios años, si efectivamente estos últimos años han sido una década ganada o una década perdida.
Los seis aspirantes a sucederla prometen combatir la pobreza, cuyos índices oficiales el gobierno no divulga desde 2013. Anuncian acabar con la corrupción y atacar al narcotráfico. Sin embargo el jueves Scioli dio un golpe de efecto en su cierre de campaña en Buenos Aires al prometer un aumento de salarios de hecho para 600.000 trabajadores de clase media al aumentar el piso para el pago de un impuesto a las retribuciones personales, el cual permanecía estancado a pesar de los altos índices inflacionarios.
A horas de las elecciones generales no está claro si se podrá o no evitar el balotaje, previsto para el 22 de noviembre. La ley electoral en Argentina establece que para ganar la presidencia hay que obtener más del 45% de los votos o 40% con una ventaja de diez puntos respecto al segundo. Según los sondeos nadie lo está logrando, ya que esos porcentajes caen dentro de los márgenes de error.
Por otra parte en las primarias celebradas en agosto pasado para elegir los candidatos de los distintos grupos, las encuestadoras erraron feo y ahora se muestran más cautos.
Además de presidente y vicepresidente, los argentinos elegirán legisladores nacionales (mitad de Diputados y un tercio de bancas senaturiales) y parlamentarios al Mercosur, en tanto en 11 provincias también se elegirán gobernador y otras autoridades, todo en una única papeleta.
“Estamos parados sobre diferencias de décimas”, coincidieron dos encuestadores, Ricardo Rouvier y Mariel Fornoni, al vaticinar una “noche de escrutinio larga y posiblemente compleja aunque no violenta” si se mantiene la tendencia de un Scioli con dificultad para llegar al 40%, seguido por Macri con entre 6 y 8 puntos por debajo (29%) y Massa rozando el 20%.
La inflación, en dos dígitos desde 2008 y en más de 20% los últimos cuatro años, no estuvo en boca de los presidenciables y tampoco parece ser determinante a la hora de votar. Argentina es el segundo país con mayor alza de precios en la región después de Venezuela, aunque muy por detrás.
“Lo que más está moviendo al votante es el trabajo, el salario. Votan por quienes en esencia cuiden el trabajo y el bolsillo”, dijo Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit. El desempleo en Argentina es de 6,6%, según cifras oficiales, y rige un ajuste de salarios en negociación gremios-empresas para compensar la inflación. Por eso el aumento del costo de la cesta básica no es un tema que movilice votos.
Los analistas coinciden en que hay una percepción en cuanto a que “el futuro será mejor que el presente”, aun cuando el escenario macroeconómico luce difícil para el próximo presidente, con un peso sobrevalorado, restricciones cambiarias y una economía estancada.
Fue Cristina Fernández quien apuntó a Scioli, ex campeón mundial de motonáutica, de 58 años, como su candidato en momentos en que está dejando la Casa Rosada con alrededor de 50% de aprobación tras dos mandatos desde 2007. Le garantiza el voto disciplinado de su militancia, el Frente para la Victoria (FPV, peronismo de centroizquierda).
Desde 2007 Scioli es gobernador de la poderosa provincia de Buenos Aires, donde viven casi 16 de los 40 millones de habitantes del país. El principal candidato de la oposición, Mauricio Macri, de 56 años, fue presidente del club de Boca Juniors y ahora alcalde saliente de Buenos Aires. Es un empresario liberal de 56 años, opuesto al control del Estado que propone el kirchnerismo. Lidera la alianza Cambiemos, con apoyo de la derecha y radicales (socialdemócratas).
“Hay que dejar atrás la Argentina donde pensás igual o sos mi enemigo. Pongamos la energía en construir”, propuso Macri.
Massa, de 43 años, figura tercero en los sondeos. Es un exministro jefe de gabinete de los Kirchner que saltó a la oposición en 2013, con base de apoyo en la ciudad de Tigre. Lidera el frente Unidos por una Nueva Alternativa (UNA). “Millones de argentinos no quieren un presidente manejado por empresarios, ni uno manejado por Cristina”, lanzó Massa. Tiene entre sus asesores a Roberto Lavagna, el economista que permitió a Argentina encontrar el camino de salida del default y colapso de la economía en 2001/02.
Pero Scioli antepone como virtudes de deportista su poder de consenso y también destaca como una experiencia de superación haber aprendido a comer y anudarse la corbata con su mano izquierda, tras haber perdido el brazo derecho en un accidente en lancha en 1989. Así, este católico que se opone al aborto, esquiva los ataques sin golpes bajos y sin dejar de citar al papa Francisco en su objetivo de una Argentina con “techo, tierra y trabajo. No haré ninguna revolución. Trabajaré a mi manera”.