Filadelfia, la cuna de la libertad de Estados Unidos retumbó con el mensaje de solidaridad hacia los hispanos del papa Francisco, que expresó su firme apoyo a los inmigrantes frente al Independence Hall, durante la última etapa de su histórica visita a Cuba y EE.UU.
Francisco se encargó al principio de su discurso de recordar ese principio de igualdad sobre el que se firmó en 1776 la Declaración de Independencia en la antigua Cámara Legislativa de Filadelfia, más tarde conocida como Independence Hall y situada a las espaldas del pontífice durante el acto.
En medio de aplausos y gritos de alegría, el papa entró a la explanada del Independence Hall con su famoso papamóvil, saludando a la multitud, de decenas de miles de personas, y bendiciendo a varios bebés que le acercaron los agentes de seguridad, entre la fascinación y la alegría de los feligreses.
Durante su discurso en “Philly”, “El lugar donde nació América” o “La ciudad del amor entre hermanos” -nombres con los que se conoce a la urbe-, Francisco expresó su apoyo a los inmigrantes, hizo una mención especial a los hispanos y les animó a no avergonzarse y contribuir con sus dones a Estados Unidos.
Banderas de Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina, Perú y Estados Unidos ondearon entre los gritos de “¡Viva Francisco!” durante el discurso que papa dio frente a la Campana de la Libertad, símbolo de la lucha por los derechos civiles.
El pontífice también dedicó parte de su alocución a la libertad religiosa, un derecho de especial simbolismo para Filadelfia, cuyo fundador William Penn, de la Sociedad Religiosa de los Amigos -una comunidad de disidentes cristianos fundada en el siglo XVII- buscaba en esa ciudad la libertad de creencias.
La corta pero intensa historia de EEUU estuvo presente hasta en el atril desde el que el papa Francisco lanzó su mensaje de apoyo a los inmigrantes.
Para su alocución sobre inmigración y libertad religiosa, el papa utilizó el mismo atril desde el que, el 19 de noviembre de 1863, Abraham Lincoln dio su histórico discurso de “Gettysburg” en la localidad del mismo nombre y en la que, cinco meses antes, se había librado una de las batallas más decisivas de la guerra civil.
La alocución de Lincoln en defensa de los ideales de igualdad y democracia para el fin de la esclavitud se ha convertido en un paradigma de la cultura política estadounidense, que ha sido recitado por millones de niños en las escuelas de todo el país e inspirado a generaciones de políticos.
El mensaje de igualdad y democracia -esta vez en la voz del papa- resonó hoy, 150 años después, en la ciudad donde se fundó EE.UU., la última etapa de un viaje en el que el papa ha acariciado los corazones de los que, como él, son “hijos de inmigrantes” en un país construido mayoritariamente por estas familias.