Entre las novedades de la nueva manifestación de protesta contra el gobierno de Brasil, celebrada este domingo en los 26 Estados del país y que convocara a cientos de miles, lo más significativo ha sido el que los brasileños han encontrado un nuevo héroe.
Han cambiado a su antiguo ídolo político, el ex presidente Lula da Silva (considerado el nuevo padre de los pobres y que acabó su segundo mandato con un 85% de consenso popular) por el juez Sérgio Moro, el Savonarola de la justicia, el hombre araña que está poniendo al descubierto las vísceras de la corrupción política y empresarial en la operación Lava Jato.
El juez Sergio Moro es quien lleva adelante la causa en la Justicia Federal de Paraná donde se concentran las investigaciones sobre el caso Petrobras y sus ramificaciones. Moro es un referente en materia de delitos financieros en Brasil y se ganó la fama de juez implacable. Es uno de los dos especialistas en crímenes de cuello blanco de todo el país y ya se transformó en uno de los rostros anticorrupción de Brasil.
En las redes sociales, los brasileños le expresan su cariño y le dan fuerzas para que continúe con las investigaciones. Moro es hoy la esperanza de miles que ven cómo la corrupción se comió al Estado.
Viva Moro, Fuera el PT, se lee en una de las pancartas de estas marchas. Je suis Moro, lleva en la remera otro de los manifestantes. Moro, el terror de los petistas, dice otro usuario de Twitter.
Según detalló el magistrado está casado, tiene dos hijos y es de la localidad paranaense de Maringá, donde estudió Derecho antes de completar su formación en la Universidad de Harvard.
Llegó a la fama con el caso Banestado (por el Banco del Estado de Paraná), que terminó 97 personas condenadas en 2007 por enviar remesas ilegales de divisas al exterior desde diversos bancos brasileños. Uno de sentenciados fue Alberto Youssef, uno de los protagonistas del escándalo en Petrobras.
En 2012 fue juez auxiliar de la corte suprema durante el juicio del Mensalao, que destapó un esquema de sobornos a legisladores a cambio de votos que dejó una gran mancha en el gobernante Partido de los Trabajadores, ya que involucró a los asesores más próximos del entonces presidente Lula da Silva.
Ahora, encabeza la Operación Lava Jato ('lavadero de autos') y investiga el fraude en Petrobras, que se estructuró en torno a un club de empresas que amañó licitaciones para adjudicarse obras contratadas por la petrolera estatal entre 2004 y 2014. Según confesaron algunos investigados, los sobornos pagados para obtener las concesiones fueron destinados a financiar partidos políticos y a engrosar fortunas personales de los involucrados.
Esta nueva fase de la Operación Lava Jato reveló una gigantesca red de sobornos ligados a la política que le costó más de 2.000 millones de dólares a Petrobras, investiga los delitos de formación de cártel, fraude en licitaciones, corrupción, desvío de fondos públicos y lavado de dinero.
El estallido de la crisis expuso a las principales empresas de infraestructura de Brasil por su actuación en las obras que licitaba la petrolera, principal inversora del país. Sus problemas arrastran, a su vez, a cientos de proveedores de menor escala.
Además, motivó numerosas aperturas de investigaciones a 13 senadores, 22 diputados y dos gobernadores en funciones, sospechosos de haber participado en la trama de pago de sobornos a cambio de contratos en la estatal. Entre los acusados de corrupción y lavado de dinero está el ahora ex tesorero del gubernamental Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) Joao Vaccari, que está arrestado desde abril.