El senador Aécio Neves, principal líder de la oposición en Brasil, expresó este domingo su apoyo a los cientos de miles de brasileños que regresaron a las calles para protestar contra el gobierno y la corrupción, pero se abstuvo de engrosar las marchas para, explicó, no darles una connotación partidaria.
El presidente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), derrotado en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de octubre por la presidenta Dilma Rousseff por sólo tres puntos porcentuales, divulgó una nota para justificar su ausencia de las protestas pero al mismo tiempo expresarles su apoyo.
El PSDB solidariza con los miles de brasileños que regresaron hoy a las calles y ocuparon las redes sociales para, una vez más, manifestar legítimamente su repudio e indignación contra la corrupción sistemática que avergüenza al país y pedir soluciones para el agravamiento de la crisis económica, según el comunicado.
El dirigente opositor alegó que, además de la indignación por la crisis ética y moral, los manifestantes marcharon contra un Gobierno que le impuso al país la peor ecuación económica, con recesión, inflación elevada, intereses altos y recorte de inversiones en áreas esenciales de la educación y la salud.
El senador y ex gobernador del estado de Minas Gerais agregó que Rousseff, cuya popularidad está en mínimos históricos pese a que solo lleva 102 días de su segundo mandato de cuatro años, permanece inmovilizada e intenta transferir responsabilidades intransferibles.
En un comunicado divulgado recientemente Neves dijo que la jefe de Estado prácticamente renunció al mandato al transferirle la articulación política de su Gobierno al vicepresidente, Michel Temer, y el comando de la economía a su ministro de Hacienda, Joaquim Levy.
Las protestas de este domingo fueron convocadas en las redes sociales por los mismos movimientos que se dicen independientes de los partidos políticos y que el 15 de marzo consiguieron congregar a cerca de dos millones de manifestantes en decenas de ciudades.
El número de manifestantes este domingo, sin embargo, fue inferior al del mes pasado, lo que fue minimizado por los organizadores e ignorado por el Gobierno, que en esta oportunidad se abstuvo de alinear ministros para das respuestas.
En Brasilia el número de manifestantes cayó desde los 50.000 contabilizados por las autoridades el 15 de marzo hasta cerca de 20.000 que, según la policía, marcharon este domingo por la Explanada de los Ministerios, la ancha avenida de la capital del país sobre la que están ubicadas las principales sedes de los tres poderes.
En Río de Janeiro el número cayó de los 100.000 anunciados por los organizadores hace un mes a los 20.000 que marcharon en la playa de Copacabana, y en Belo Horizonte de los 20.000 del 15 de marzo a 5.000 que la policía calculó en la Plaza de la Libertad. En tanto en Sao Paulo se estima que más de 600.000 se volcaron a protestar en el corazón financiero de la ciudad y de Brasil.
Los organizadores de las protestas admitieron la reducción del número de convocados pero advirtieron que hasta las encuestas muestran que la insatisfacción continúa creciendo y la aprobación del Gobierno sigue en el suelo.
Según una encuesta divulgada ayer por la firma Datafolha, el 75% de los brasileños aprueba las protestas y un 63% apoya que el Congreso abra un juicio político con miras a la destitución de Rousseff, cuyo índice de aprobación continúa en el 13% que tenía en marzo –el menor desde que asumió–, por su supuesta responsabilidad en el escándalo de corrupción de la petrolera Petrobras.
La corrupción es precisamente uno de los detonantes de las protestas, especialmente el gigantesco escándalo en el seno de la petrolera estatal, investigado desde hace más de un año y que ha ganado dimensión por la apertura de investigaciones a cerca de 50 políticos, en su mayoría oficialistas del partido de Lula da Silva, que supuestamente recibieron sobornos de miles de millones de dólares desviados de Petrobras.