Japón ha tenido que tirar carne de ballena importada de Noruega tras haber descubierto una tasa de pesticidas dos veces superior al nivel autorizado, anunció el miércoles el ministerio japonés de Sanidad.
”Llevamos a cabo verificaciones muy estrictas porque las ballenas tienen tendencia a acumular contaminantes del medio ambiente, como los pesticidas y los metales pesados”, explicó un responsable del ministerio.
Los exámenes realizados en la carne procedente de Noruega revelaron en dos ocasiones el año pasado la presencia de 0,2 ppm (partes por millón) de aldrina y de dieldrina combinadas, así como de 0,07 ppm de clordano, mientras que Japón autoriza niveles máximos de 0,1 ppm y 0,05 ppm respectivamente.
Prohibidas o estrictamente reglamentadas en los países industrializados, estas sustancias químicas, que persisten durante mucho tiempo en el medio ambiente y se acumulan en los tejidos adiposos, están consideradas como extremadamente peligrosas para la salud.
En ambos casos, se dio la orden de deshacerse de la carne en cuestión. Sin embargo, Japón no ha tomado ninguna decisión para suspender o reducir las importaciones noruegas, en alza estos últimos años, indicó el funcionario.
“Hay muy pocos países que sigan consumiendo carne de ballena, así que los intercambios se limitan a estos pocos países”, recordó.
La autoridad noruega de Seguridad Alimentaria por su parte aseguró que sus exámenes solo mostraban “unas tasas débiles” de pesticidas. “Desde nuestro punto de vista, consumir carne de ballena no presenta ningún peligro”, afirmó Grethe Bynes, encargada de las exportaciones y de las importaciones en esa institución.
El problema había sido revelado por militantes de la Agencia de Investigación del Medio Ambiente (EIA) y de la ONG Animal Welfare Institute (AWI). Ambos aprovecharon para reclamar de nuevo el fin de esta práctica que pone en peligro la salud de los consumidores y que no tiene razón de ser, según ellos.
Noruega es, junto con Islandia, el único país del mundo que autoriza la caza de ballenas, que acaba con la vida de varios cientos de cetáceos cada año. Japón también practica la caza pero con fines científicos oficialmente, aunque una gran parte de la carne acabe en los estantes de los mercados.