Por Rubens Barbosa (*) - Estaba en La Habana, en febrero pasado, cuando se iniciaron las históricas negociaciones entre Cuba y EE.UU. para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países.
En mi calidad de Presidente del Consejo de Comercio Exterior de FIESP [Federación de Industrias del Estado de San Pablo], conversé con economistas, hombres de negocios y miembros del gobierno cubano sobre el actual momento político y económico en la Isla y sobre las perspectivas y los desafíos para Cuba en los próximos años.
El primer aspecto que llama la atención de cualquier visitante es la resignación de la población frente a sus limitadas condiciones de vida. Hay escasez de alimentos y de casi todo, de servicios, en especial de transportes colectivos, de vivienda, con hasta tres generaciones de una misma familia compartiendo precarios edificios de pequeños apartamentos.
Desde 2011, el gobierno de La Habana pasó a implementar un plan económico a largo plazo con el objetivo de estabilizar la economía con mayor crecimiento y de corregir las grandes distorsiones macroeconómicas actuales en cuanto al cambio (sin modificación desde 1959, acumula una depreciación de 24.000%), a la tasa de intereses, a los salarios y al bajo nivel de inversión.
A pesar de eso, la economía debe crecer entre 3 y 4% en 2015. Ese programa de gobierno se verá confrontado ahora por los desafíos del restablecimiento de las relaciones con EEUU.
Así como ocurre en el área política, el gobierno de Cuba deberá continuar manteniendo la economía bajo control rígido. La aspiración más fuerte hoy en la sociedad cubana es por trabajo, casa y auto, sin preocupación ideológica contra el gobierno. Hay una pacífica sumisión política, contestada por una minoría poco significativa en la práctica. La “perestroika” cubana en curso continuará a ser gradual y realizada de acuerdo a las prioridades y a los intereses del partido comunista en el poder.
En Cuba debe ocurrir, de esa manera, un nuevo experimento de socialismo con paulatinas modificaciones de mercado. Con las salvedades de las peculiaridades de cada país, el modelo que Cuba deberá seguir será muy semejante al de China y Vietnam: apertura económica gradual y en las áreas de interés del Estado y rígido control político por parte del Partido y de los militares.
La economía continuará estatizada y planificada, con un papel más activo de las pequeñas empresas no estatales - individuales o cooperativas - en los sectores agrícola, de comercio e industrial. Desde 2011, con la liberalización de algunos sectores, surgieron pequeños negocios, que ya cuentan con 500.000 pequeños empresarios “auto-empleados” que representan cerca del 5% de la economía.
En ese nuevo proceso económico, según la ley aprobada en 2013, una de las prioridades es la apertura al capital extranjero en sectores de estricto interés del gobierno de La Habana, como turismo, petróleo, biotecnología, alimentación y energía renovable (biomasa).
La negociación para el restablecimiento de las relaciones y la apertura de las embajadas en la Habana y Washington deberá estar concluida en los próximos meses, abriéndose así una nueva etapa en la historia de Cuba. Del lado cubano, los principales objetivos en esta etapa de negociación son la retirada del país de la lista de países que apoyan el terrorismo y el fin del embargo, “el genocidio más largo de la historia”, se lee en un gran cartel cerca de la Plaza de la Revolución, para restablecer la normalidad económica, comercial y financiera con EE.UU. y con el mundo.
En un pronunciamiento al Congreso Obama defendió el fin del bloqueo económico. Esa decisión, sin embargo, no vendrá a corto plazo porque depende no del Ejecutivo sino del Congreso, donde los republicanos tienen mayoría y difícilmente aprueben la revocación de la ley Helms Burton de 1969.
Aunque la oposición de la comunidad cubana en Florida haya disminuido, ese tema no aparece como una de sus prioridades y no deberá tener mucha relevancia en la agenda de la campaña presidencial de 2016.
Por ese motivo y por los estrictos controles que están siendo establecidos por el gobierno cubano, no deberá ocurrir una invasión comercial norteamericana, aun después del fin del embargo. De cualquier manera, la ampliación de los contactos en todos los niveles con EE.UU. tenderá a producir impactos de mediano y largo plazo en la economía de Cuba.
La normalidad de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU. tiene un aspecto simbólico importante. Significa en la práctica el fin de la guerra fría en la región y elimina la razón central de la fricción política y ideológica de los países hemisféricos contra Washington en los últimos 50 años.
(*) Presidente del Consejo de Comercio Exterior de la Federación de Industriales de San Pablo. Rubens Barbosa, Cambio histórico, Cuba y EE.UU.