El presidente del Banco Mundial (BM), Jim Yong Kim, convocó una reunión pública el lunes para escuchar las preocupaciones del personal del organismo, molesto por un gran plan de reestructuración interna y el pago de bonificaciones a algunos altos directivos.
A pocos días de realizarse la asamblea anual de la institución, la asociación de empleados del BM exigió la reunión para expresar su ira y denunciar un clima de miedo y confusión en su seno, según un memorándum interno.
En un hecho extremadamente inusual, unos 200 empleados respondieron el jueves a un llamado de un volante anónimo y se reunieron brevemente en el hall de la sede del BM en Washington para protestar contra un plan de reducción de gastos que podría incluir la eliminación de puestos de trabajo.
Latente desde hace meses, el malestar creció desde que el miércoles trascendiera que al director financiero del BM, el francés Bertrand Badré, se le habían asignado 94.000 dólares en bonificaciones para el año fiscal 2014, que se sumaban a un sueldo neto anual de alrededor de 380.000 dólares.
Al menos otros tres altos funcionarios de la institución se beneficiaron de estas primas por capacidades inusuales, pero sus identidades no han sido reveladas.
El viernes, fuentes cercanas al organismo dijeron que a Badré, uno de los que ha impulsado la reestructuración interna, se le había concedido ya una primera prima de cerca de 95.000 dólares, que recibió en cuotas, al ser contratado en marzo de 2013.
Consultado sobre el hecho de que esta suma no figuraba en el último informe financiero de la institución, el BM dijo que los incentivos de contratación nunca han estado incluidos en los elementos de remuneración de los altos funcionarios sujetos a publicación.
Para justificar el pago de bonificaciones en pleno plan de austeridad, el BM había subrayado el miércoles la necesidad de atraer y retener directivos de alto calibre.
Asumida como un compromiso por el presidente Kim desde su nombramiento en julio de 2012, la reestructuración interna del organismo apunta a reducir sus gastos de 5.000 millones de dólares a 400 millones en tres años -lo que incluye una posible reducción de puestos de trabajo-, pero también a aumentar sus recursos para lograr su objetivo de erradicar la pobreza extrema para el año 2030.