Un 26 de setiembre de 1941 la Alemania nazi sellaba el sitio a Stanlingrado, Estados Unidos aún no estaba en guerra aunque había comenzado la cuenta regresiva para Pearl Harbour, en tanto Gran Bretaña se desangraba por el bombardeo alemán y las pérdidas de sus naves de carga ocasionada por los submarinos.
Y en Argentina, de acuerdo a El Diario del Fin del Mundo, un 26 de setiembre de ese año un oficial de la marina argentina presentaba un plan para invadir las Islas Malvinas.
Las circunstancias plasmadas en un artículo rescatado del pasado por Bernardo Veksler dice lo siguiente: Esto paso en nuestra región: presentan un plan para la recuperación militar de Malvinas.
”Este día (26 de setiembre 1941), el capitán de fragata Ernesto R. Villanueva presenta en la Escuela de Guerra Naval el plan titulado “Cooperación entre Ejército y Marina. Ocupación de las Islas Malvinas”, por el cual se diseña una exhaustivo operativo de recuperación militar del archipiélago ocupado por los británicos.
El intento evaluó el contexto internacional de la Segunda Guerra Mundial y la afectación de recursos que involucraba. El autor “pensó que Gran Bretaña estaba demasiado ocupada en otros lugares del mundo como para atender la suerte de unas pequeñas islas coloniales” (Juan B. Yofre. Malvinas, la historia documentada).
El plan estaba contenido en 34 carillas mecanografiadas y su misión consistía en “restituir al país un archipiélago que le pertenece, cuya situación estratégica es de vital importancia para la defensa marítima de la nación”.
Con tal propósito, se planteaba desembarcar en la bahía Uranie, en el seno Barkeley, y en la bahía Cox, estableciendo “una base de operaciones en Puerto Luis, hasta que se pueda operar con seguridad en la bahía de Puerto Stanley [Puerto Argentino]”.
Descartaba el uso de la aviación y planteaba: “Apoderarse de Puerto Stanley con tropas de desembarco del Ejército y la Marina, operando en forma sorpresiva con las primeras luces del día desde bahía Uranie, protegiendo el desembarco con los buques y aviación de la Escuadra, destruyendo las baterías de la defensa con fuerzas aeronavales operando desde Deseado…”
La fuerza de tareas se integraría con “un batallón de Infantería de Marina en pie de guerra (1.000 hombres), repartido” en dos acorazados, dos cruceros pesados, un crucero ligero, doce torpederos, un buque tanque y nueve rastreadores. En tanto, se sumarían otros 750 miembros del Ejército, que tendrían como misión central “la toma de Puerto Stanley”.
Como se trataba de un operativo conjunto, la crítica, a cargo del teniente coronel Benjamín Rattenbach, fue lapidaria, consideró que “el golpe de mano” no “ofrecerá mayores dificultades (…) Lo difícil será más bien lo posterior: el mantenimiento de las islas frente a una tentativa de reconquista de los ingleses”.
Hasta aqui el artículo, la ironía es que cuatro décadas más tarde el alto oficial argentino tuvo que efectivamente hacer un informe lapidario sobre las razones políticas y militares estratégicas que llevaron al fracaso y deshonra de las fuerzas armadas cuando decidieron invadir militarmente las Malvinas en abril de 1982, para ser desalojados por una Fuerza de Tareas británicas 74 días más tarde.
En el 41 como en el 82, el argumento básicamente fue el mismo: lo difícil era lo posterior a la invasión y retener las Islas frente a una tentativa de reconquista.