José Serra fue proclamado candidato presidencial de la oposición brasileña y marcó sus diferencias con la demagogia que le atribuyó al Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y a la candidata oficialista, Dilma Rousseff. Serra, de 68 años, aventaja actualmente en todos los sondeos por entre 5 y 9 puntos porcentuales a la candidata Rousseff, quien tiene el respaldo personal de Lula, cuya popularidad se sitúa por encima del 75 por ciento.
Economista, ex gobernador y alcalde de São Paulo, ex diputado y senador, Serra asumió la candidatura para las elecciones del 3 de octubre próximo por los partidos de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Popular Socialista (PPS) y Demócratas (DEM), en un acto celebrado en Brasilia ante unas 2.500 personas.
En su discurso prometió que en caso de ganar gobernará sin demagogia, propaganda ni bravatas, sin dividir a los brasileños entre pobres y ricos y sí con honestidad, verdad, carácter, coherencia y perseverancia, valores que consideró esenciales en el ejercicio de la política y el poder.
Si bien reconoció que Brasil ha mejorado durante los siete años que Lula lleva en el poder, Serra afirmó que esos avances han sido producto de un proceso que comenzó en 1985, cuando el país recuperó la democracia tras 21 años de gobiernos militares. También dijo que la estabilidad económica que disfruta el país es producto de la gestión de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), en cuyo Gobierno fue ministro de Planificación y de Salud, y no de un sólo hombre, de un sólo mandato o de un sólo partido.
También reafirmó su convicción de que los tratados de libre comercio son herramientas ideales para mejorar la situación de las empresas brasileñas y aseguró que ”en los últimos años, mientras en el mundo se firmaban más de cien convenios (de ese tipo), Brasil sólo firmó uno: el del Mercosur con Israel, que aún no está en vigor, apuntó.
Serra aseguró que no comparte la tesis del Estado mínimo y por eso defiende una mayor participación del Gobierno nacional en áreas que en Brasil tienen sus competencias en buena parte reservadas a las autoridades regionales o municipales, como la lucha contra las drogas y la delincuencia en general, la salud y la educación.
También protestó en forma velada por los escándalos de corrupción que se han registrado en Brasil bajo el mandato de Lula y dijo que una de las tareas primordiales del próximo Gobierno será acabar con la sensación de impunidad generada por la falta de castigo a los políticos deshonestos. Recordó su origen humilde y los catorce años que pasó en el exilio, ocho de ellos en Chile, por su lucha contra la dictadura militar desde la presidencia de la Unión Nacional de Estudiantes y aprovechó para marcar distancia con algunos aspectos de la política exterior de Lula, que Rousseff promete mantener.
Soy sobreviviente del golpe de Estado en Brasil (1964), del golpe en Chile (1973) y del Estadio Nacional de Santiago, unas experiencias en las que aseguró haber aprendido que los derechos humanos no pueden ser negociados. No cultivemos ilusiones. En una democracia las personas no son encarceladas o condenadas a la horca por pensar diferente de un Gobierno ni hay obreros que mueren en huelgas de hambre por no estar de acuerdo con el régimen”, declaró Serra en clara alusión al apoyo de Lula a Gobiernos como los de Irán o Cuba.
El discurso de Serra fue antecedido por palabras del presidente del PSDB, Sergio Guerra; de Fernando Henrique Cardoso y de Aecio Neves, entre otros líderes de los tres partidos que le apoyan