Durante una reunión de productores ovinos de las Fakland Islands celebrada la semana pasada en una sala de negocios de la capital Stanley, un musculoso personaje con camisa a cuadros y gastadas bombachas de esquila se quejó ante sus pares.
Los compañeros productores se están “borrando” para ir a la búsqueda de dinerillos extras de los turistas de cruceros que visitan las Islas, “en vez de quedarse en sus malditas chacras y concentrarse en engordar corderos para la planta de faena local”, habilitada para vender a Europa.
Un amable colega se volcó hacia él, le tanteó de forma reconfortante en el hombro y sin muchas vueltas le aseguró: “compadre, ahora los cruceros dejarán de ser un problema, los argentinos (Argies) se han encargado de eso por ti”.
Las caras simpáticas y curtidas del grupo de esos jóvenes productores castigados por el rigor del clima isleño se iluminaron ante la ocurrencia sobre la última vuelta de tuerca argentina para dañar la economía de las Falklands. Pero en el fondo ninguno de los presentes subestimaba la seriedad del potencial de la nueva situación.
Casi al mismo tiempo, la Presidenta argentina Cristina Fernandez de Kirchner (o “cara de plástico” como se refieren a ella en las Faklands en base a los informes de prensa de Buenos Aires sobre su propensión a la cirugía estética) (*) decretaba que sería necesario un “permiso previo” para todas aquellos barcos que naveguen entre la costa de Argentina y las aguas que reclama, y las Falkland Islands.
El turismo de cruceros se ha convertido en la segunda fuente de ingresos para la economía de las Falklands y del momento que muchos barcos inician su travesía Falklands/Antártica en el puerto argentino de Ushuaia, la noticia es preocupante.
Si la Argentina insiste en los permisos autorizantes para aquellos barcos en ruta a las Falklands, existe la posibilidad de que las empresas de cruceros se rehúsen, como tampoco acepten demoras en sus finamente calculados trayectos.
Sorprendentemente Ushuaia se manifestó igualmente perturbada por la noticia. El diario argentino de dicha región, “Diario del Fin del Mundo” publicó el viernes un artículo manifestando preocupación por el daño que podría ocasionar a sus intereses comerciales la norma de los permisos previos autorizantes.
Con ocho cruceros previstos para que naveguen entre Ushuaia y las Falklands antes del cierre de la temporada a fines de marzo, el autor del artículo se pregunta: “¿Quién otorgará los permisos?”.
Para los Isleños en general, (como para los productores ovinos algunos de ellos sexta generación en las Falklands), el decreto 256 no resultó una noticia particularmente alarmante ya que Argentina ha estado intentando destrozar la economía de las Falklands desde hace muchos años. Por tanto resultó reconfortante leer durante la semana algunas de las pugnases respuestas de la prensa británica ante la situación.
El enfoque patriótico y de custodios es todo a lo que puede aspirar un territorio de ultramar pequeño y vulnerable y Tony Curran, editor del Penguin News (Penguin News, ¿qué otra cosa podríamos llamar la publicación?) escribió: “Quizá uno de los mejores resultados del agite de estos días es el renovado interés de la prensa del Reino Unido en los asuntos de las Falkland Islands”.
Al mismo tiempo la reacción susto/horror enfatizó cuán poco la opinión publica británica comprende de nuestra actual situación, es decir que tal encono por parte de nuestro vecino tanto más grande, es cosa de todos los días.
Desde la guerra de 1982, que recuerdo muy bien como una asustada y tierna adolescente de doce años, hija de un productor rural, la economía de las Falklands se ha desarrollado sostenidamente en base a la venta de licencias de pesca a una serie de países adictos a los calamares como Corea, España, China y Taiwán,
Los ingresos de la pesca han transformado a Stanley de una pequeña y frágil comunidad, de población en plena reducción a una localidad atractiva, vivaz que ostenta de un moderno complejo educativo, un centro de visitantes, cientos de nuevas casas de pintura fresca y brillante recientemente construidas y grupos de adolescentes vestidos a la moda y con sus iPod en cada esquina.
Pero ¿cómo nos hostiga nuestro vecino del infierno?
Para quienes no están en el tema, en tanto las autoridades argentinas al momento “sólo autorizan” un vuelo comercial semanal entre Chile y las Falklands (no hay otra opción que cruzar espacio aéreo argentino), han prohibido los vuelos charter a las Islas. Eran invalorables esos vuelos en cuanto a que permitían el recambio de los pasajeros de los cruceros y el transporte de cargas.
Nosotros los Falkland Islanders estamos particularmente congraciados de nuestra relación con el benigno Chile, y no queremos perderla.
Una significativa comunidad chilena se ha desarrollado en las Falklands; trabajamos y socializamos juntos y no hay mejor forma de terminar una noche afuera que participar de una alegre fiesta chilena bailando reggaeton o moverse al ritmo de una salsa.
Desafortunadamente interrumpir dicho vínculo entre nuestros dos países es igualmente importante como prioridad para Argentina. Tan sólo por el hecho de ser molestos las autoridades argentinas insisten que si un viaje aéreo se demora por cualquier razón (mal tiempo por ejemplo) entonces se debe emitir otro permiso para que el avión pueda atravesar en otro día espacio argentino.
El decreto argentino lo más probable es que también profundice la disputa sobre los reclamos encontrados por depósitos de hidrocarburos que yacen dentro del perímetro de las aguas territoriales de las Falkland Islands.
Por supuesto que la mayor industria de las Falklands tiene menos que ver con visitantes y casi todo con la no placentera pero altamente lucrativa explotación del calamar. No sorprende por tanto que el gobierno argentino, perfectamente al tanto de esto, haya gastado los años recientes en hacer todo lo posible para dañar la principal fuente de ingresos de las Falklands, la venta de licencias de pesca.
En años recientes Argentina informó a las empresas internacionales de pesca que si insistían en adquirir permisos en las Falklands, no serían bienvenidas en la zona de pesca argentina, obviamente sustancialmente más grande.
Según tengo entendido, sin ser una experta, esto no se ha convertido en un problema mayor en sí. Después de todo, los negocios son negocios y si los pesqueros coreanos, chinos y españoles escuchan rumores (ya sea por razones de tecnología) de que el calamar en una temporada en particular se encuentra en zona de las Falklands, van tras esa captura no importa que.
Y también nos hemos enterado que si aspiran a un permiso de pesca argentino el año siguiente, simplemente re-embanderan el pesquero, cambian algunas letras del nombre y lo pintan color rosado en lugar de violeta. Nuevamente no soy experta en cefalópodos y no puedo jurar sobre lo narrado, pero los pescadores son gente muy hábil.
Desgraciadamente el problema no termina aquí. Si fuera posible construir un lindo muro y alto en torno a las Falklands y nuestra zona de pesca, la vida en las Islas sería grandiosa. Pero compartir el mar con Argentina significa estar expuestos y sufrir su desvergonzado e irresponsable enfoque en materia de las reservas de pesca.
En tanto en las Falklands gastamos una fortuna en equipos y personal para hacer un seguimiento (con fines de conservación) de las reservas de pesca y terminamos la temporada con anticipación si las capturas pintan mal, el gobierno argentino se rehúsa a cooperar y hacen el juego a la sustentabilidad de dichos recursos.
Son en definitiva sus peores enemigos, y los nuestros también. Argentina recibe visitantes de los cruceros, nosotros también recibimos visitantes de los cruceros, ellos tienen calamar y nosotros también tenemos calamar, pero no obstante parecen decididos a echar a perderlo todo, con tal que las Falklands sufran las consecuencias.
Gran parte del tiempo parecen dedicarlo a demandar que nuestros representantes sean expulsados de conferencias internacionales en todo aquello que va desde el petróleo y la agricultura al turismo y la pesca.
Podría decirse que prefiero que nuestro vecino nos haga vivir en temor de nuestros medios de vida que de nuestras vidas. Pero a pesar de toda nuestra determinación por disfrutar de una vida serena, aún bajo una insistente persecución, puede resultar en existencia extenuante cuando cada paso valiente que damos en pos de la autosuficiencia es “trancado” por el acechador desde las sombras.
(*) Una expresión menos sofisticada que la de la prensa británica que tilda a Cristina Kirchner como la “Reina del Botox”.
Por Lisa Watson, ex Editora del Penguin News – Daily Mail