Por Sebastián Astorga (*) – Una ciudad fronteriza dividida en dos países, en la que antes de la pandemia por el Covid-19 se transitaba sin pasar por aduanas o controles, está ahora dividida por vallados en los dos puentes que cruzan de Ecuador a Perú en sus cercanías, cercenando casi por completo la única actividad comercial de la que sobrevivía y agobiando aun mas la situación de los más de diez mil migrantes que están de paso, muchos de ellos a pie.