Si los niveles de los embalses no se estabilizan para enero, el sistema entrará en la clasificación de pronóstico más crítico São Paulo, el área metropolitana más poblada de Latinoamérica, se enfrenta a una crisis hidrológica histórica, ya que tres años consecutivos de sequía han llevado sus principales embalses al borde del agotamiento.
Con la presa Jaguari-Jacareí —la principal fuente de agua para nueve millones de habitantes— por debajo del 18% de su capacidad, las autoridades han intensificado las medidas de contingencia para evitar una falla total del sistema.
El área metropolitana de São Paulo, con casi 22 millones de habitantes, lidia con los efectos acumulativos de un déficit de precipitaciones que ha alcanzado su nivel más bajo en diez años. El sistema hídrico de Cantareira, la columna vertebral de la región, opera actualmente a menos del 20% de su capacidad total.
En respuesta, el gobierno del estado de São Paulo y la empresa proveedora de servicios públicos, Sabesp, implementaron un riguroso plan de contingencia en octubre, con la reducción de la presión en las tuberías hasta 16 horas al día, junto con un suministro rotativo como último recurso en caso de que los niveles de la presa lleguen a cero. Ante este escenario, los organismos reguladores Arsesp y SP Águas han congelado todos los protocolos de levantamiento de restricciones hasta que se verifique la recuperación formal.
Los expertos atribuyen la gravedad de la crisis a una combinación de factores ambientales y estructurales. Si bien Brasil posee aproximadamente el 12% del agua dulce del mundo, la gran mayoría se encuentra en la cuenca del Amazonas, a miles de kilómetros del corazón industrial del sureste.
En São Paulo, el cambio climático ha alterado los patrones de precipitación, lo que ha resultado en promedios anuales más bajos, interrumpidos por tormentas violentas y destructivas. La semana pasada, un fuerte vendaval provocó cortes de energía generalizados y la suspensión de cientos de vuelos, pero no logró proporcionar las precipitaciones sostenidas necesarias para recargar los acuíferos.
A partir de agosto, el agua empezó a bajar y bajar. Es muy preocupante; vemos que disminuye día a día, declaró a la AFP Daniel Bacci, propietario de una posada local cerca de la presa Jaguari-Jacareí. Según la Agencia Nacional del Agua, si los niveles de los embalses no se estabilizan para enero, el sistema entrará en la clasificación de pronóstico más crítico, una designación establecida en 2017 que activa el nivel más alto de restricciones de emergencia.
Si bien Sabesp informa que la gestión de la presión ya ha ahorrado aproximadamente 53.360 millones de litros —equivalentes al consumo mensual de nueve millones de personas—, el alivio podría ser temporal.
Los meteorólogos del Centro de Gestión de Emergencias anticipan solo lluvias esporádicas para lo que resta del año. No se espera oficialmente una recuperación significativa del nivel freático hasta los primeros meses de 2026.