El presidente argentino, Javier Milei, dejará de utilizar los vuelos comerciales por motivos de seguridad derivados de su postura al lado de Israel en la actual crisis de Oriente Próximo, según se anunció este martes en Buenos Aires.
Milei seguiría así el consejo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. El jefe de Estado libertario había preferido los vuelos regulares en un intento de reducir costes. En algún momento, su administración se planteó incluso deshacerse de la flota presidencial, en particular del Boeing 757-200 matrícula ARG 01 adquirido durante el mandato de Alberto Fernández, en cuya administración las aeronaves de la flota presidencial no estaban etiquetados con la T (o Tango en código de aviación) porque esa letra está reservada para la Fuerza Aérea y el mandatario había insistido en un departamento específico por fuera del ámbito militar. De ahí, que fuera ARG-01 y no T-01.
El Ministerio de Seguridad nos advirtió sobre ciertos riesgos de que la Presidenta siguiera volando en vuelos comerciales comunes. El Presidente ya no puede viajar en vuelos comerciales y el Ministerio de Seguridad ha presentado un informe confidencial a todas las partes involucradas sobre el porqué de esta sugerencia, dijo a la prensa el portavoz presidencial, Manuel Adorni. En adelante, Milei dejará de utilizar aviones comerciales y se tomarán todas las precauciones para que el Presidente tenga todas las condiciones de seguridad que su investidura merece, subrayó Adorni.
Bullrich insistió en que, pese a las limitaciones presupuestarias, es necesario cuidar al Presidente y por eso no debe viajar más en vuelos comerciales. Hay que considerar que Argentina está en una etapa de austeridad, pero también hay que cuidar al Presidente, dijo la ministra en una entrevista televisiva.
Desde que Milei llegó a la Presidencia, la política exterior argentina viró hacia Estados Unidos e Israel, a los que el Presidente considera referentes del mundo occidental.
Argentina tiene en su memoria dos graves atentados contra la comunidad judía: en 1992, contra la Embajada de Israel; y en 1994, contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que dejó más de 100 muertos y cientos de heridos.