He ahí el título del libro escrito por Harold Briley, veterano y destacadísimo corresponsal en el exterior de la BBC, quien como corresponsal de la entidad británica en Argentina durante la guerra de 1982, le tocó cubrir la invasión argentina de las Falklands, y la guerra, siempre bajo amenaza de los escuadrones represores de la dictadura militar en Buenos Aires.
Pero Briley no es sólo un profesional reconocido por la cobertura del conflicto de Falklands, sino también estuvo en lugares y acontecimientos claves del medio siglo pasado, como cuando entrevistó al general soviético responsable por ejecutar la invasión de Checoslovaquia en 1968, y la partición de Paquistán, nacimiento de Bangladesh en 1972, por citar algunos casos.
En este libro, por ahora solo en versión inglesa, narra también los entretelones de la diplomacia británica y argentina a propósito de las Falklands, y la resistencia de los Isleños a cualquier cambio de bandera.
El comentario del libro está escrito por Graham Bound, periodista, fundador del semanario de las Islas, Penguin News, quien sobrevivió la guerra en las propias Islas y también cuenta una larga trayectoria en la profesión tanto escrita como radial.
Los días eran cortos durante la ocupación argentina de las Falklands en 1982, y todo en la capital Stanley parecía hostil y trasmitía miedo. Nuestra situación tampoco era más segura cuando el sol triste de aquel lluvioso invierno se ponía y comenzaba a regir el toque de queda impuesto por los argentinos que nos obligaba a encerrarnos. Pero fuera cualquiera de las edificaciones que uno eligiera donde refugiarse, con ventanas tapeadas y las estufas a turba ardiendo, había cierta comodidad y por lo menos una percepción de seguridad.
En el caso de mi familia el albergue seguro era el maravilloso viejo hotel Upland Goose, propiedad de nuestros muy queridos amigos, la familia de los King.
En cualquiera de las noches de toque de queda, compartíamos alimentos que ya comenzábamos a rascar, y luego nos juntábamos en torno a la radio de onda corta para absorber algo igualmente nutritivo para nuestros corazones, información confiable.
En la alcoba de la cocina del hotel, un silencio descendía mientras alguien que realmente entendía cómo usar el receptor del complejo sistema de comunicaciones, con sumo cuidado intentaba ubicar el 11.75 o 9.915 megahertz.
El demencial teclear de los tele impresores y las interferencias estáticas y otros sonidos que seguramente emanaban del otro lado del universo, y suavemente se extinguían, para ser reemplazados por los distintivos tonos que indicaban el Servicio Mundial de la BBC.
Aliviados nos sentábamos erguidos y pensábamos, Todo está bien! Nuestros amigos siguen ahí, tal cual dijeron que lo harían
Llibulero anticipaba las noticias. Naranjas y Limones nos decía que era hora para nuestra muy propia, Llamando a las Falklands
Y la llegada de Noticias por Radio era anunciado por el golpeteo y sones del imponente Impercial Echoes. La propia música que se imponía a las siete campanas de la propaganda argentina.
Escuchen ahí y pónganse al día decía muy sonora, nuestra gente tiene la verdad para Uds., Y así era. Eran nuestros amigos, contándonos lo mejor que podían que cosas horribles se sucedían en torno a las Falklands, en Londres y en Buenos Aires, y Washington, dónde se estaba decidiendo nuestro futuro.
Nuestro amigo de las ondas radiales nos mantenía al tanto y nunca falló en estar ahí cuando lo precisamos.
Así es como conocimos a Harold
Y así es como la mayoría de nosotros conocimos a Harold Briley, el corresponsal para América del Sur de la BBC, con base de operaciones en territorio enemigo, Buenos Aires y desde donde trasmitía sin temor ni amilanado.
Harold, a quien conozco muy bien desde 1982, era un integrante de la tríada de la BBC, Brian Hanrahan (quien contó a todos los que fueron, y a todos los que volvieron), y Robert Fox, quien memorablemente informó sobre la guerra entre el barro y los arbustos de Goose Green.
Hanrahan falleció demasiado joven y Fox continúa en la actualidad a informar sobre asuntos de defensa, publicaron libros muy buenos tras la guerra.
Pero Harold continuó con su rutina diaria.
Finalmente, si bien cuarenta años más tarde y a los 92 ha publicado sus memorias sobre el conflicto, la génesis, el desenlace, brindando una fascinante visión de un punto de vista único y privilegiado desde Argentina.
Lo principal de Argentina previo a abril de 1982, era la aparente desintegración de la economía del país, por ejemplo se había impreso un billete de cien millones de pesos; y la brutal represión de todo disenso por parte de la junta militar de extrema derecha.
El Buenos Aires de aquellos días no sería lugar de acción para un joven y tímido periodista, pero afortunadamente Harold era un veterano en materia de asuntos exteriores y también periodista tenaz y valiente.
Recibió amenazas de muerte, y fue marcado y seguido por los grupos de secuestradores del gobierno argentino, quienes había demostrado vez tras vez que eran más que capaces de materializar sus amenazas.
Me imagino que el carácter encantador de Harold le brindó esa aura de protección, además de su pasaporte británico.
La tapa del libro lo muestra a Harold en la cubierta de un porta aviones después de la guerra. Enfundado en un voluminoso traje de sobrevivencia naval, sonríe y sus ojos brillan de entre los vuelos del plástico naranjo. No estoy seguro si el centellear de Harold lo hubiera mantenido a salvo de los matones que patrullaban las calles de Buenos Aires en los Ford Falcon sin identificación, pero cualquier cosa menos que eso, ciertamente hubiera ayudado.
Valió la pena esperar cuarenta años por el libro. Las transcripciones de los informes de Harold al Servicio Mundial de BBC aún hoy trasmiten el drama y la urgencia de aquellos días. Pero estaba en una posición única para observar y analizar, y parecía traslucir un respeto especial hacia los Isleños de las Falklands, con quienes se encontrara cuando visitara las Islas unos 18 meses previo a la invasión de abril 1982.
Esto se puede recoger de sus informes.
Febrero de 1982, mes clave, la paciencia de Argentina se agota
El 25 de febrero de 1982 cuando las conversaciones entre Londres y Buenos Aires parecían haber llegado a un punto muerto, sin avance alguno, Harold hizo sonar la alarma. Trasmitió una nota en la cual afirmaba que se especulaba, que los generales de Argentina podrían recurrir a la fuerza...para conseguir lo que se habían propuesto
Continuaba el informe con palabras que reflejaban preocupación por las Islas, un vocero del ministerio de relaciones exteriores me dijo que la paciencia de Argentina se agotaba, y que el gobierno del General Galtieri quería resultados y pronto
Y remataba con la afirmación que los Isleños no quieren ser parte de Argentina. Insisten en que son británicos y así quieren permanecer.
El periodismo de Harold es objetivo, pero entendía a los Isleños y quería asegurarse que sus voces fueran escuchadas. Eso es principalmente por lo cual ama y respeta a las Falklands aún hoy.
Y confieso que su perspectiva y visión de la diplomacia e inteligencia británicas me resultan enteramente fascinantes.
Las señales de aviso de lo que se venía eran tan obvias, no puedo entender por qué el gobierno británico no reaccionó.
La razón, según explica el propio Harold, es que los diplomáticos británicos no estaban firmemente comprometidos con la defensa de la seguridad de las Islas del Reino Unido en el Atlántico Sur.
Lord Carrington admitió haber sido mal informado por el embajador Williams
Lord Carrington, Secretario del Foreign Office en 1982, le admitió a Harold que había sido mal informado por el embajador británico en Buenos Aires, Anthony Williams.
Se trata de una afirmación notable.
Increíblemente Harold recibió una llamada de la encargada de prensa de la embajada británica en Buenos Aires, preguntando si él podía explicarle la política británica, vis-a-vis Argentina y las Falklands. Harold respondió que lamentablemente eso era igualmente un misterio para él también.
Aún más preocupante es el relato de Harold sobre la negociaciones secretas celebradas entre el jerarca del Foreign Office, Nicholas Ridley y un asesor senior y oficial de la Fuerza Aérea Argentina, Carlos Cavandoli. Harold adjudica la información sobre estas revelaciones al autor y académico Lawrence Freedman, pero son reproducidas en el libro que comentamos con mayor precisión y muy bien.
Ridley y Cavandoli se reunieron en completo secreto en Suiza y desarrollaron no sólo una amistad muy próxima, sino además un plan para el lease back de la soberanía de las Islas, el cual fuera eventualmente presentado a, y rechazado con firmeza, por los Isleños.
Siempre se había asumido que se trataba simplemente de un plan de los británicos, pero ahora sabemos que fue orquestado en conjunto centre Londres y Buenos Aires.
Fue, dice Harold citando al propio Carrington, furtivo.
El libro cuenta entonces la historia de los Isleños durante la guerra, y esto por supuesto es algo muy próximo a mi corazón.
La admiración de Harold por los Isleños resalta claramente de inmediato. Sospecho que nos considera como la única agrupación nacional en la larga historia de la disputa por el archipiélago que retiene su honor totalmente intacto.
Concluyendo, Harold Briley nos revela tanto y además el tiempo no ha disminuido en nada su tenacidad. Hay que leerlo, disfrutarlo, y particularmente si no estabas en la vuelta allá por el 1982, es de lectura obligada para aprender. Los acontecimientos que describe y explica aún hoy condicionan a Argentina, las Falklands y la relación del Reino Unido con ambos.