Los obispos católicos de toda América Latina han expresado su solidaridad con su colega de la diócesis de Matagalpa, en Nicaragua, Rolando Álvarez, quien ha sido puesto bajo arresto domiciliario por el Gobierno de Daniel Ortega.
Álvarez, de 55 años y notorio crítico de Ortega, lleva cuatro días detenido en la curia por las fuerzas de seguridad por supuesta incitación al odio, además del cierre de radios comunitarias y la expulsión del país de órdenes religiosas como las Hermanas de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta. El pasado mes de marzo, el nuncio apostólico Waldemar Sommer también fue expulsado del país tras estar en Managua desde 2018.
Los últimos acontecimientos, como el asedio a sacerdotes y obispos, la expulsión de miembros de comunidades religiosas, la profanación de iglesias y el cierre de emisoras de radio, nos duelen profundamente, dijo el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (Celam), el obispo peruano Miguel Cabrejos. El Celam también invitó a los católicos latinoamericanos a unirse en oración por la Iglesia de Nicaragua y sus autoridades.
La Policía nicaragüense inició una investigación contra la Diócesis de Matagalpa por el supuesto intento de organizar grupos violentos e incitar a realizar actos de odio para desestabilizar el país.
En Nicaragua, otros obispos locales también expresaron su fraternidad, amistad y comunión episcopal con Álvarez. Nos toca el corazón como obispos e Iglesia nicaragüense porque si un miembro sufre, todos sufrimos con él, dijeron, mientras que la Conferencia Episcopal de Costa Rica expresó su más sincera solidaridad e hizo un llamado al diálogo en el país vecino, al tiempo que oró por la llegada de la paz y la apertura de caminos de diálogo en busca del bienestar de todos los habitantes del país hermano.
La Arquidiócesis de Nicaragua también envió un mensaje de cercanía a monseñor Álvarez y a sus sacerdotes ante las difíciles circunstancias que están viviendo como consecuencia de la acción policial.
En Honduras, monseñor Roberto Camilleri, presidente de la Conferencia Episcopal local, se hizo eco del Celam al destacar en una carta pública que la libertad de expresión es un pilar fundamental que garantiza la existencia de una democracia y subrayó su solidaridad y cercanía espiritual con Álvarez.
Los obispos de El Salvador emitieron un comunicado en el que se mostraban preocupados por la seguridad de los pastores y lamentaban la situación política y social de Nicaragua.
Mientras tanto, en la Ciudad del Vaticano, el Papa Francisco, originario de Argentina, guardó silencio sobre el tema durante su homilía del domingo, aunque mencionó otros acontecimientos mundiales en curso.
El Papa Francisco es una de las pocas personas que podría dialogar con el régimen de Ortega, dijo Tamara Taraciuk Broner, de Human Rights Watch, al diario La Nación de Buenos Aires. Su silencio, aún en medio de una feroz arremetida contra la Iglesia en Nicaragua, envía un pésimo mensaje. En un país católico como Nicaragua, una condena de Francisco a las atrocidades del régimen no sólo sería un golpe para Ortega, sino también, y aún más importante, un reconocimiento a la lucha del pueblo nicaragüense por la democracia y la justicia y un respaldo al reclamo unánime de las víctimas y sus familiares por la liberación de los presos políticos del régimen, añadió.