Con el primer machetazo, el sacerdote colombiano Pedro María Ramírez cayó de rodillas y clamó perdón para sus verdugos. Cuatro décadas después, en 1989, el obispo Jesús Jaramillo moría tiroteado por una guerrilla comandada por un cura.
Ambos serán beatificados por el papa Francisco en el viaje que inicia este miércoles a Colombia, un país desgarrado por décadas de violencia que intenta extinguir el último conflicto armado del continente con la ayuda del pontífice latinoamericano.
La Iglesia católica ha puesto su cuota de sangre en el enfrentamiento entre fuerzas del Estado, guerrillas, narcotraficantes y grupos paramilitares de ultraderecha. Desde 1984 han sido asesinados dos obispos y 89 sacerdotes. Otros 23 religiosos fueron secuestrados, incluidos cinco prelados, según la Conferencia Episcopal de Colombia.
En un país sin conflictos religiosos, Francisco, de 80 años, reconocerá el martirio del cura Ramírez y el obispo Jaramillo en una visita apostólica de cinco días.
El 9 de abril de 1948 estalló la violencia que marcó con fuego el siglo XX en Colombia. Ese día fue asesinado en Bogotá el dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán y al día siguiente, en una esquina de Armero, un poblado del centro de Colombia, arrasado por una avalancha volcánica en 1985, moría de rodillas el párroco Pedro María Ramírez.
Conservadores y liberales se trenzaron en una guerra sin cuartel en ciudades y campos. De ese enfrentamiento surgieron los primeros guerrilleros y paramilitares.
El cura de Armero recibió un machetazo a manos de los seguidores de Gaitán, que acusaban a la Iglesia de aliarse con sus adversarios y azuzar la muerte de los liberales desde los púlpitos.
Frente a sus asesinos, Ramírez gritó: “deseo morir por Cristo”, según contó el director de doctrina de la Conferencia, Jorge Bustamante.
Cuando se desplomaba, ensangrentado, clamó: “Padre, perdónalos, todo por Cristo” . Luego recibió un golpe de varilla y un último machetazo. Tenía 49 años. Los restos fueron depositados en el cementerio de su pueblo natal, La Plata, a unos 400 km. de Armero.
El próximo viernes será beatificado por Francisco porque fue un hombre que vivió “con heroísmo” su fe y se comprobó que “su muerte fue por un odio a la iglesia”, según Bustamante.
Corría 1989. El lunes 2 de octubre monseñor Jesús Jaramillo iba en un vehículo por una carretera de Arauca, en la frontera con Venezuela, junto con cuatro religiosos.
Un grupo de guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) retuvo al prelado y al sacerdote Elmer Muñoz, y dejó seguir a los demás. Los rebeldes recriminaron al obispo su cercanía con los militares. Antes de quedarse a solas con sus captores, el obispo le pidió al cura que lo confesara, según relató Muñoz.
Al siguiente día el cuerpo de Jaramillo estaba entre la hojarasca, con siete balazos, y sin la cadena y el anillo obispal. Por su “imparcialidad y condenar la violencia creo que lo asesinaron. Por no dejarse untar de ninguna ideología”, señala Álvaro Hernández, actual párroco de la iglesia María Auxiliadora de Arauca.
Jaramillo fue asesinado por una guerrilla comandada entonces por el cura español Manuel Pérez, quien falleció en 1998 por enfermedad.
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) había surgido en 1964 bajo el influjo de la Revolución cubana y de la Teología de la Liberación, una corriente de la Iglesia católica que reivindicaba a los más pobres.
Después de décadas de lucha contra el Estado, los rebeldes negocian un acuerdo de paz similar al que permitió el desarme y transformación en partido político de la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) .
Pablo Beltrán, jefe negociador del grupo guevarista, describió la muerte de Jaramillo como un “error”. ”Lo reconocemos y pedimos perdón por ese error”, afirmó el líder guerrillero en una entrevista radial en vísperas de la beatificación de una de las víctimas más sentidas del conflicto en Colombia.