Cincuenta años atrás un 28 de setiembre de 1966 un DC4 de Aerolíneas Argentinas en vuelo doméstico a la provincia de Santa Cruz con 35 pasajeros a bordo fue secuestrado y obligado a dirigirse a las Islas Falkland.
Se trató quizá del primer secuestro de un avión que conocía el mundo y tuvo lugar en uno de los momentos más difíciles de las relaciones anglo-argentinas a propósito del disputado archipiélago en el Atlántico Sur.
En efecto, durante el año anterior (1965) el gobierno argentino había incrementado sus esfuerzos de reclamo de soberanía sobre las Islas por intermedio de una actividad diplomática muy agresiva.
Y en aquel 28 de setiembre un grupo de 18 enardecidos nacionalistas argentinos, miembros de la agrupación de extrema derecha Tacuara, obligaron al piloto del DC4 a dirigirse a la capital de las Islas, Stanley.
El jefe de la operación era Dardo Cabo, quien se adelantó a la cabina del avión pistola en mano y ordenó al piloto Ernesto Fernández García de cambiar dirección al curso uno-cero-cinco.
Al sobrevolar Stanley los desafortunados pilotos fueron forzados a intentar aterrizar en la pista de carrera de caballos, pero al hacerlo arrastraron varias columnas de telégrafo y la barriga del avión finalmente se posó enterrada en el fango.
Los Isleños creyendo que se trataba de un avión en problemas, se apuraron a ayudar pero al llegar se encontraron que fueron tomados como rehenes de los secuestradores.
Les Gleadell, gobernador en ejercicio de las Falklands ordenó que el DC4 fuera rodeado. Recibió a tres de los secuestradores quienes le anunciaron que tenían tanto derecho como cualquiera en las Islas para estar ahí, pero recibieron como firme respuesta que depusieran las armas y se entregaran.
Como resultado de la reunión se acordó que siete hombres incluyendo el sargento de policía Terry Peck y el capitán Ian Martin quien era el jefe de un destacamento de cuatro infantes de marina reales en las Islas, deberían ser canjeados por los rehenes en el avión. Se permitió entonces a los 26 pasajeros a desembarcar quienes fueron alojados con familias locales ya que en ese entonces no había hotel en las Islas.
Uno de los pasajeros era el Almirante José Guzmán, gobernador de Tierra del Fuego (cuya jurisdicción teóricamente incluye a las Islas Falklands), quien al pasar frente a la residencia del gobernador largo una carcajada y comentó, mi casa!.
Después de una noche particularmente fría en el avión secuestrado, donde solo quedaba algo de brandy, vino, jugo de naranja y galletitas, los secuestradores persistían en rechazar rendirse y entregarse al gobierno de las Islas. Sin embargo tras 24 horas capitularon y fueron detenidos en un anexo de la iglesia de Santa María en Stanley.
Queriendo evitar un incidente mayor el gobierno británico optó por repatriar los secuestradores a la Argentina donde apenas recibieron sentencias nominales de cárcel, pero fueron tratados como héroes.
El Isleño protagonista de esos días tan dramáticos, Ted Clapp apeló a su memoria y recordó los instantes vividos
”Cuando vi que un avión comercial grande sobrevolaba Stanley y resultaba obvio que iba a intentar aterrizar en algún lugar detrás de los bungalós Ayax, con mi colega Ron (Clem) Clements manejamos hasta el lugar al momento que el avión se detenía, encajado entre los alambrados paralelos de la pista de carreras de caballos.
Para ofrecer ayuda nos acercamos al avión. Se abrió una de las escotillas y personas armadas saltaron a tierra: en un minuto fui recibido con dos rifles clavados en mi estómago y un revolver bajo la pera. Los invasores tenían pinta de ser estudiantes liderados por cuatro personajes pesados y una mujer, todos estaban muy tensos pero también me di cuenta que habían liberado los seguros de sus armas.
Uno de ellos quien resultó ser el líder del grupo quería que le entregara las llaves del Land Rover y se mostró molesto cuando le dijimos que las habíamos tirado en una zanja al llegar (que no era cierto!!).
En minutos llegaron otras personas de Stanley (Ian Campbell fue el primero) y rápidamente también fueron rodeados y retenidos. Les grité a quienes se acercaban que se detuvieran lo cual pareció funcionar y la situación quedó congelada.
Los rehenes nos reunimos bajo el ala del avión y según recuerdo incluía al capitán de los infantes de marina, su sargento y tres infantes más, además del sargento de policía, Terry Peck y otros cuyos nombres no me acuerdo. La mujer nos dijo que el grupo venía a liberar a los oprimidos residentes de Stanley de sus explotadores colonialistas.
En cierto momento se nos acercó el jefe de tripulación y nos enteramos que había pasajeros a bordo incluyendo niños y que el avión había sido secuestrado en vuelo a Rio Gallegos.
El gobernador en ejercicio Les Gleadell se sumó a los curiosos y nos gritó preguntándonos si estábamos bien y si no podíamos simplemente alejarnos. Quedó muy en claro que la respuesta fue, no.
Los espectadores que se habían reunido en torno al escenario del hecho fueron gradualmente alejados y reemplazados por personal de la Fuerza de Defensa de las Falklands, FIDF.
La situación se fue dilatando y estábamos bajo la impresión que los secuestradores estaban a la espera de algo, acaso otro avión secuestrado. Había muchas discusiones entre los jefes del grupo de secuestradores, y algunas muy acaloradas Pero no había animosidad hacia nosotros y finalmente solicitaron hablar con un cura católico.
Durante este tiempo el jefe de tripulación informó a quien comandaba al grupo de secuestradores que en la cabina del avión se habían quedado sin agua y alimentos, y que un niñito en particular precisaba urgente alimentarse. Me ofrecí a ir a la casa más próxima y traer leche caliente y algo de comida para los niños, oferta que me fue aceptada bajo promesa que retornaría y la amenaza que durante todo el recorrido iba a estar en la mira de un rifle. Para cuando retorné al avión, el sacerdote Roel estaba en el avión y de hecho casi había convencido a los secuestradores a entregarse.
Todos los pasajeros fueron distribuidos y alojados en Stanley, y Jean y yo nos hicimos cargo del jefe de tripulación y otros dos. Debido a que estaba en casa el jefe de tripulación, el hogar se convirtió en el lugar de reunión para los pasajeros y durante esos encuentros me enteré que uno de nuestros hospedados era un fotógrafo de un diario de Buenos Aires y que había estado sacando fotos de todo lo acontecido, escondiendo el material en la capucha de su sobretodo.
Se lo hice saber a Les Geladell quien lo mandó arrestar. Cuando se procesaron los rollos quedó expuesto que las fotos cubrían todo el secuestro, desde sus preparativos a su ejecución.
La Operación Cóndor, como se la denominó en Argentina fue cumplida por un grupo ultra nacionalista peronista de derecha integrado por militantes nacionalistas, en momentos que toda actividad o manifestación políticas en el país había sido prohibidas ya que en junio de ese año tuvo lugar el golpe militar encabezado por el General Juan Carlos Onganía Al retorno a Argentina fueron llevados ante la justicia pero a excepción de tres sentenciados a un corto período corto de reclusión, todos fueron liberados.
Once años más tarde, en enero de 1977, el jefe del grupo Dardo Cabo cayó como prisionero político de otro régimen militar, ahora bajo el dictador General Jorge Videla y terminó ejecutado por una de los tantos grupos de operaciones del régimen. (Penguin News).