El desplome del precio del crudo que en el último año y medio ha pasado de los 115 dólares el barril del tipo Brent a apenas 30 dólares a los que cerró el martes, está provocando un fortísimo enfrentamiento entre los miembros de la OPEP, el cártel que agrupa a 13 de los mayores países productores mundiales.
El nerviosismo parece haber hecho mella en alguno de ellos tras comprobar cómo el petróleo ha caído un 30% adicional desde el pasado 4 de diciembre, cuando la cumbre de la OPEP decidió mantener la producción a pesar del exceso de oferta, las dudas sobre la demanda y la tendencia a la baja en el precio.
Las profundas diferencias afloraron con las declaraciones públicas de Emmanuel Ibe Kachikwu, presidente de la OPEP y ministro de Recursos Petrolíferos de Nigeria, un país –junto a Venezuela y Argelia– claramente favorable a forzar un alza de precios. En un foro sobre energía en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), Kachikwu aseguró que existía el acuerdo de convocar una reunión extraordinaria si el precio del crudo bajaba de los 35 dólares. El presidente de la OPEP habló incluso de que el encuentro podría celebrarse a principios de marzo para dar tiempo a los productores a acordar los recortes.
El anuncio tuvo un impacto inmediato en el precio del barril –que había llegado a los 30,4 dólares a las 8 de la mañana del martes y que se fue hasta los 32,3 dólares poco antes de las 3 de la tarde– y en las bolsas, que avanzaron con mucha fuerza durante buena parte de la mañana. Pero duró poco. La fiesta se interrumpió en cuanto fuentes de la OPEP citadas por Reuters dijeron que “no habrá reunión alguna” antes de la programada. El petróleo tardó entonces tres horas y media en volver al punto anterior, los 30 dólares y a reducir a la mitad las ganancias de las bolsas europeas, que cerraron antes de que el crudo tocara fondo. Frankfurt y París lideraron las alzas en Europa con más del 1,5% de revalorización, muy por delante del Ibex de España, que tuvo que conformarse con un 0,3% para cerrar en los 8.900 puntos.
El bajo precio del crudo está afectando a los países altamente dependientes de esta materia prima, que ven caer sus ingresos, sus economías y sus divisas, lo que complica el pago de su deuda. Venezuela, Brasil y Rusia se encuentran entre los más afectados, pero el impacto también se deja sentir entre los países ricos. La oposición a cualquier movimiento al alza está liderada por Arabia Saudí, el primer productor del mundo con cerca del 15% de las reservas, que ahora, además, está enfrentado a Irán y a otras monarquías del Golfo. Arabia, cuyo presupuesto depende en un 70% del petróleo, ha visto dispararse el riesgo de sus bonos y de los seguros que dan cobertura ante el riesgo de impago. Pero no da su brazo a torcer.
Los sauditas están furiosos con Washington por el acuerdo con Irán (su principal enemigo en la región y que espera poder lanzar al mercado medio millón de barriles por día tras levantarse el embargo internacional) y con la industria petrolera de EE.UU. la cual con el desarrollo del shale (esquistos) en Dakota y Texas ha terminado con la dependencia externa de crudo, y ha comenzado a exportar por primera vez desde los años setenta.
Obviamente, las petroleras también sufren, caen sus márgenes y sus beneficios y tienen mayores dificultades para pagar sus abultadas deudas. British Petroleum anunció 4.000 despidos en todo el mundo. La brasileña Petrobras, por su parte, dijo en un comunicado que reducirá sus inversiones en un 25% en los próximos cuatro años para pagar su deuda, mientras YPF ha paralizado un 10% sus prospecciones.