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Reportaje: Carrera de armas en Iberoamérica

Lunes, 4 de enero de 2010 - 08:28 UTC

El alarmante rearme de América Latina hace que los países vecinos se miren con desconfianza. ¿Quién llegará más lejos?

Lejos de avanzar en los procesos de integración regional, América Latina compra armas masivamente desde que las exportaciones de materias primas de años atrás permitieron a sus Gobiernos disponer de dinero para modernizar los arsenales. El petróleo venezolano, el cobre chileno y el grano brasileño han financiado, en buena medida, los misiles rusos adquiridos por Hugo Chávez, los F-16 estadounidenses de Chile o los submarinos de guerra encargados por Brasilia a Francia. La renovada asociación militar de Colombia y Estados Unidos, paralela al alineamiento de Venezuela con Irán y Rusia, certifica el naufragio de las políticas de convergencia regional aplicadas en la década de los noventa.

El actual rearme, que coincide con un periodo de desconfianza vecinal y el blindaje militar de las fronteras, es tan cierto como el fracaso de las organizaciones diseñadas en los años ochenta para agrupar proyectos e impulsar el comercio de naciones todavía sumidas en la pobreza, el analfabetismo, la debilidad institucional. A juzgar por sus resultados, el Área de Libre Comercio (ALCA) parece haber naufragado, Venezuela abandonó la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú), y el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) incumple los objetivos liberalizadores concebidos por sus fundadores.

Al tiempo que prosperan los gastos en Defensa, que treparon de los 19.700 millones de euros en 2003 a los 26.800 millones de 2008, según el Instituto de Investigación de Estocolmo para la Paz Internacional, queda por ver la operatividad y vigencia del último intento de integración: la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), formada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. El grupo fue instituido el pasado año en Brasilia para construir un espacio de integración cultural, social, económico y político.

Según el investigador colombiano Román Ortiz, la cuestión clave no es cuánto gasta un país en defensa o qué material acumula, sino quién tiene las armas y para qué las quiere. "En otras palabras, sin perder de vista las capacidades bélicas de un Gobierno, el factor determinante para considerarlo una amenaza tiene que ver con sus intenciones políticas y estratégicas", subraya el analista de Infolatam. "Es muy distinto un submarino o un cazabombardero en manos de países perfectamente democráticos como Chile o Brasil que al servicio de un proyecto ideológico expansionista como el impulsado por Venezuela".

Independientemente de la retórica de sus políticos sobre la integración, América Latina parece actuar impelida por la coyuntura y el sesgo de los últimos cambios gubernamentales. El más determinante, creador de escuela y activismo, fue el de Hugo Chávez en 1989. Sus compras de armas a Rusia en el último quinquenio, desde misiles con un alcance de 300 kilómetros a helicópteros y cazas hasta fusiles de asalto y carros de combate, rondan los 3. 300 millones de euros. Invocando la modernización de sus armeros y la protección de las riquezas amazónicas, Brasil comprará a Francia 36 aviones de combate, cinco submarinos, uno de propulsión nuclear, entre otro equipamiento, por unos 9.000 millones de euros.

Chile gastará casi 2.800 millones de euros en la compra de varias escuadrillas de F-16 norteamericanos, artillería de largo alcance y radares, mientras el vecino Perú, que guerreó con los chilenos en el pasado, limitó sus gastos militares a poco más de 670 millones de euros. Bolivia también enseña los dientes con una línea de crédito de 68 millones de euros para armarse en Rusia. No obstante, la multiplicada capacidad de fuego de Venezuela y el acuerdo de Bogotá con Washington, que permite a los marines el acceso a siete bases militares en Colombia, son las espoletas más alarmantes de la nueva situación.

El argentino Dante Caputo, secretario para Asuntos Políticos de la Organización de Estados Americanos (OEA), lamenta que compras tan significativas no sean motivo de discusión en los foros regionales: "No se habla. Es uno de los temas tabúes". Y no se discute habiendo sido América Latina unas de las naciones precursoras en promover las agendas de desarme. "El hecho de que nos encontremos ahora en una situación donde hay más armamento nos preocupa", agregó Patricia Espinosa, canciller de México.

Los presupuestos militares latinoamericanos aumentaron a un ritmo mayor que en el resto del mundo, pero no todos gastan igual, pues Argentina redujo sus partidas hasta situarlas en 2.000 millones de dólares el pasado año. Es necesario, sin embargo, distinguir entre las apuestas defensivas y las sospechosas de nacer con intenciones desestabilizadoras. En América Latina conviven las dos, según los analistas. Colombia es el segundo país en gasto militar, el 3,9% del PIB, orientado a la derrota del narcotráfico y de las guerrillas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN), alzadas contra el Estado desde hace casi medio siglo y financiadas por la extorsión y el narcotráfico.

Pero la maquinaria colombiana, independientemente del paraguas norteamericano, tiene "escasa capacidad para desarrollar operaciones convencionales contra los ejércitos vecinos", según Román Ortiz. La situación opuesta es la venezolana pese a que Chávez reitere que no quiere invadir ni agredir. "No quisiera gastar un centavo en armas, pero Estados Unidos nos obligaba ello", afirmó en agosto el ex teniente coronel. Venezuela ha invertido en cazabombarderos SU-30, helicópteros de ataque Mi-35 y carros de combate T-80, entre otra tecnología de guerra, y abre fábricas con patente rusa, para imponerse al músculo bélico de sus vecinos.

La costosísima renovación de arsenales al sur del río Bravo se produce en países asolados por las lacras del subdesarrollo, las pandemias, la desnutrición y la delincuencia. Ocurre en naciones de precaria cimentación institucional, y aparentemente abocadas a la perpetuación de un vicio fundacional: el insuficiente sentido de Estado de su clase política. El hambre de muchos perpetúa el poder de unos pocos en América Latina, y "ningún logro parece ser definitivo", según el resumen de Óscar Arias, Nobel de la Paz en 1987. "En lugar de discutir de cooperación entre nuestras naciones, nos desgastamos discutiendo una y otra vez sobre la adhesión a ideologías ya superadas hace tiempo". Sobre armas, no se habla: se compran y punto. -

Juan Jesús Aznarez - El País - Madrid

Categorías: Política, América Latina.