La mandataria chilena Michelle Bachelet atribuyó el cimbronazo de su popularidad a los recientes casos de corrupción que salpican tanto a su gobierno como a la oposición. Nos quedan 32 meses de gobierno, subrayó y afirmó que la desconfianza que se ha generado entre la población hacia los líderes políticos afectó su popularidad, que ha caído en picada y alcanzado niveles inéditos de desaprobación del 70% según sondeos.
Hay una agudización de un fenómeno que en Chile se da hace ya algunos años, que es una tremenda desconfianza en los líderes políticos, en las instituciones, y que en esta ocasión también me ha afectado a mí, dijo Bachelet en una entrevista difundida este domingo por el diario La Tercera.
La mandataria agregó a esto la falta de capacidad de su gobierno de explicar las profundas reformas tributaria, educativa y laboral que lleva adelante y que son pilares fundamentales de su gestión, pero que han sido resistidas por la oposición, estudiantes y el empresariado chileno.
Ha habido dificultades de comunicación, pero por otro, también de gestión de las reformas, aseveró la mandataria.
La imagen de Bachelet, cuyo primer gobierno (2006-2010) concluyó con un 80% de aprobación, y comenzó su segundo mandato el año pasado con cerca de 60%, se ha ido desplomando hasta llegar hasta un discreto respaldo del 26%, según una encuesta de la consultora privada Adimark, divulgada el lunes pasado.
La imagen de Bachelet se ha visto golpeada por el escándalo que involucra a su hijo Sebastián Dávalos Bachelet, y a su esposa Natalia Compagnon, investigados por la justicia por el uso de información privilegiada y tráfico de influencia tras una millonaria compra y venta de terrenos en el sur de Chile.
A esto se suman los casos de corrupción por aportes irregulares de empresarios a campañas de políticos oficialistas y opositores. Los temas de la política y los negocios hicieron que al final todos seamos sospechosos de cualquier cosa, aseveró Bachelet.
Pero, además, su popularidad se vio afectada por proyecciones de crecimiento de la economía local más bajas de lo previsto y que la obligaron a reconocer que no podrá cumplir a cabalidad su ambicioso programa de reformas sociales. Ante esto, la mandataria aseveró que llevará a cabo estas reformas con realismo pero sin renuncia.