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Caso del barco ruso hace resurgir polémica por los riesgos del turismo antártico

Viernes, 10 de enero de 2014 - 09:43 UTC
El incidente con el Akademik Shokalskiy , movilizó a cuatro rompehielos, aunque finalmente pudo liberarse por sus propios medios El incidente con el Akademik Shokalskiy , movilizó a cuatro rompehielos, aunque finalmente pudo liberarse por sus propios medios

El caso del barco ruso varado durante varios días en la Antártida desató críticas en los medios científicos y dejó en evidencia los riesgos del turismo en el continente blanco, accesible sobre todo a la gente adinerada, indican los expertos.

 Yves Frenot, director del Instituto Polar francés Paul-Emile Victor, se indignó por las molestias que sufrieron los científicos franceses, chinos o australianos debido a las operaciones de rescate del barco ruso Akademik Shokalskiy .

“No se trata de poner la Antártida bajo una campana de vidrio y conservarla exclusivamente para los científicos, pero es necesario que el turismo esté controlado para tener la certeza de poder organizar la ayuda en caso de problemas”, dijo Frenot.

La Antártida es uno de los últimos lugares que ofrece a los turistas adinerados una inmensidad de nieve, hielo y témpanos poblada por pingüinos, focas y ballenas. Pero, como descubrieron los pasajeros del Akademik Chokalskiy, las nevadas, los icebergs y las condiciones climáticas extremas pueden perturbar la excursión.

El caso de barco ruso debe “recordarnos que se trata de un medio extremo, tanto para las expediciones científicas como para los cruceros turísticos”, dijo Daniela Liggett, especialista del turismo en la Antártida de la universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda.

En 24 años, el número de turistas en la Antártida se multiplicó por siete, pasando de 5.000 en 1990 a 35.000 en 2013, según cifras de los operadores turísticos. La mayoría de los turistas visitan la Antártida en barco y pagan hasta 11.000 dólares por una cabina de lujo en alta temporada, entre noviembre y marzo. Otros turistas admiran el paisaje desde el aire, en vuelos especiales.

El primer crucero turístico en la Antártida tuvo lugar en 1958 y reunió a un centenar de pasajeros en el navío argentino Les Eclaireurs.

El desarrollo del turismo en ese continente virgen y frágil alarma a muchos especialistas, que destacan los riesgos y problemas que implica la ayuda a los barcos en dificultad.

“El aislamiento es algo específico de la Antártida y si le ocurre algo a un gran navío es casi imposible ayudar a todos los pasajeros rápidamente”, señala Daniela Ligget.

Los equipos de socorro tradicionales se encuentran a miles de kilómetros y la ayuda incumbe a menudo a los navíos de expediciones científicas, cuyos programas minuciosamente preparados debido a la brevedad del verano austral sufren perturbaciones importantes.

El Akademik Shokalskiy quedó varado en la víspera de Navidad a un centenar de kilómetros de la base francesa Dumont d’Urville. El rompehielos chino que lo socorrió quedó a su vez bloqueado en el hielo. Ambos navíos pudieron salir de la zona el martes pasado.

El Astrolabe, un navío francés que reabastece la base Dumont d’Urville durante el verano austral, fue requisado varios días, al igual que un barco científico australiano. En el barco ruso había turistas y científicos que reproducían un siglo después la experiencia del explorador australiano Douglas Mawson. Era “una expedición seudocientífica”, afirmó Yves Frenot.

Los navíos de crucero, que cuentan con el aval de la Organización Internacional de Organizaciones Turísticas en la Antártida (IAATO), navegan a menudo de a dos para poder socorrerse en caso de dificultad, dice Liggett, y asegura que velan por el medio ambiente.

“Venden a sus clientes paisajes, la vida salvaje y un medio ambiente intacto. Les interesa preservar eso”, señala la especialista. Los barcos de turismo aplican medidas de descontaminación para que los pasajeros no dejen en la Antártida especies exógenas o microbios, dice por su parte Amanda Lynnes, portavoz de la IAATO.